Después de tanto tiempo, la segunda
parte de “Cosas de argentinos” ha llegado. Antes que nada, quiero
disculparme si hay palabras que también se dicen aquí, pero yo,
desde luego, jamás las había escuchado. Voy a dividirlo en dos
partes: insulto y comida. Me dejo cosas fuera (como la canción de
cumpleaños y más palabras) pero quizá lo desarrolle en una tercera
entrega. Allá vamos.
Insultos.
No es nada nuevo
que en América del Sur los insultos no se parecen casi en nada a los
que tenemos aquí. Y es cierto. Es más, podrían insultarnos y ni
siquiera nos daríamos cuenta. Hay muchos que ya conocemos de sobra,
pero os traigo un surtido variadito de insultos que he ido
aprendiendo en estos meses:
-Boludo. Ya lo
conocemos todos. Cualquier persona que alguna vez ha imitado el
acento argentino ha sido con un “¡che, boludo!”. No sé por qué,
este insulto me hace realmente mucha gracia cuando es mi suegra la
que se lo dice a mi pareja, vete tú a saber.
-Trolo, trolazo,
puto y putazo. Todos vienen a significar más o menos lo mismo:
marica. Me hace especial gracia la de “trolazo”, porque aquí, un
trolazo, es una mentira muy gorda, o también podría ser estos troll
que nos encontramos en los juegos online, pero en plan máster
supremo, ya.
-Poronga. Esta es
buena. Es MUY buena. No sé muy bien en qué sentido se usa, así que
si algún argentino avispado quiere iluminarme con su sabiduría, que
me lo escriba. Según mi chico es, palabras textuales, “la picha
del caballo”. Yo, la verdad, es que me descojono cuando lo escucho,
es inevitable. Y no puedo entender el contexto en el que cabe esto.
*Edito: he buscado como una buena bloggera por internet, y se
refieren a la polla, en general -lo iba a decir finamente, pero para
qué andarnos con rodeos-.
-Culeao.
Básicamente, nuestro equivalente sería un “que te den por culo”,
o algo similar.
-Sorete. Esta creo que es mi palabra
favorita, en serio. Significa truño, pero es que me parece hasta
adorable llamarle sorete. Esta es de esas que creo que también se
utiliza por aquí, pero no estoy muy segura. En mi entorno, por lo
menos, nunca la he escuchado.
-Conchudo, pelotudo. Sería como un
“gilipollas” de aquí, basicamente.
-De prepo. Es nuestro “por cojones”.
-Salame. Es la más flojita de todas,
pero si nos la dicen no nos enteraríamos de nada. Significa tonto,
lento.
Comida.
Hay muchos platos a los que llaman de
otra forma, o que aquí no los hacemos, pero quiero empezar con una
cosa que me hizo quedarme en plan “¿qué?”.
Un día, la madre de mi chico nos había
traído puchero y, al ir a comérnoslo, todo fue un poco raro. Más o
menos se hacen igual, pero claro, hay una diferencia. Yo calenté el
puchero y, cuando llegó mi chico, me dijo “¿vamos a comer sopa?”
y le contesté “no, estoy calentando el puchero de tu madre”. Y
siguió mirándome extrañado. ¿La diferencia? Para él, el
“puchero” no es el caldo con todas sus cositas, no... Si no las
patatas cocidas con la carne y la verdura, que se machacan en plan
puré y ala, a comer -o que él las machaca en plan puré-.
El caldo del puchero va a parte y no es puchero, es sopa. Claro, yo me dediqué a mirarle con cara rara durante toda la comida, cada cual con su plato de “puchero” a su estilo. Aún no sé si realmente es que él es más rarito que nadie o si en argentina es realmente así, pero para mí sigue siendo raro. Ah, y, por supuesto, la sopa para mí es la típica sopa que puede ser lo del puchero, pero que te la tomas por la noche en invierno para entrar en calor y lleva fideos o letras en nuestra querida sopa de letras.
Con eso salto a otra cosa, los fideos.
¿Qué les pasa a los argentinos con la pasta? La verdad es que no
tengo ni idea, pero también es algo que me deja con cara de tonta.
La situación era la normal, una
conversación sobre qué íbamos a hacer de comer. Él me dijo
“¿hacemos fideos?” y yo me quedé con cara de estúpida
diciéndole “pero si no hay sopa. Podemos hacer macarrones”. Y me
contestó plácidamente con un “pues eso, fideos”.
“¿¡¿¡CÓMO QUE FIDEOS!?!? ¡¡LOS
MACARRONES NO SON FIDEOS!! ¡¡LOS FIDEOS SON FIDEOS!!”.
No lo entendía, y creo que ya me da la
razón pero un poco como a las locas. Para ellos, cualquier tipo de
pasta -no rellena- son fideos. Los macarrones, los spaguettis, los
tallarines, las babetas, los fideos... ¡¡Todo son fideos!! Eso no,
eso si que no lo permito. Lo siento, pero no es lo mismo hacer
spaguettis, que macarrones, que fideos de verdad.
Otra palabra de comida que fue la
primera que escuché de él fue “panqueque”. Nunca la había
escuchado y creía que se refería a los pancakes americanos, solo
que pronunciado de aquella manera. ¡Pero no! Los panqueques son un
dulce argentino bastante sencillo, que consiste en crêpes rellenas
de dulce de leche. ¡¡Dulce de leche!! Cosa que tampoco había oído
nunca -lo siento, no me gusta el dulce-. Es una especie de crema
pastosa muy, muy, muy dulce, que se hace con leche -tampoco hay que
ser un lince para averiguarlo-.
Otra de las palabras que me dejó con
cara de idiota terrible fue otro dulce, las facturas. Claro,
imaginaos: Yo llego a casa de mis suegros, donde están ellos, su
hija y los padres de mi suegro. Creo que incluso había más gente,
no me acuerdo. El caso, que recién los conozco, nos dicen “hemos
traído facturas, en la cocina están”. Y yo con cara de “¿eing?
¿Facturas?”. Me quedé pensando que a lo mejor tenían un negocio
que mi chico revisaba, o yo que sé. Y como son tan educados conmigo,
pues me habrían metido en el ajo para que no me sintiera desplazada.
Fuimos a la cocina y lo entendí. ¡¡Facturas!! ¡¡Más dulces!!
Son una especie de bollitos rellenos de crema o dulce de leche -si
por los argentinos fuera, le pondrían dulce de leche hasta a los
macarrones. O a los fideos-.
La última cosa que voy a meter en este
apartado es el choclo. Este lo descubrí por mí misma, y fue de los
primeros. Todo fue porque, investigando sobre el mejor sustrato para
los jerbos -unos roedores muy simpáticos que tengo- en una página
ponían que lo mejor era el que estaba hecho a base de choclo. Claro,
me quedé un poco patidifusa. ¿Dónde puñetas encuentro yo eso?
Pero internet es mágico y me descubrió que el choclo, es el maíz.
Semanas más tarde, comiendo con el abuelo de mi chico en un
restaurante, se pidió unos canelones de choclo y yo me sentí
orgullosa de mí misma por entenderlo y no tener que preguntar.
Y hasta aquí la lección de hoy. Hay
muchas más palabras, más comidas, más insultos y más de todo,
pero ya me ha quedado bastante larga como para haceros leer más. Un
saludo y, ¡usad los comentarios para ilustrarme con vuestra
sabiduría!
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.