Quizá no parezca lo más apetecible y, en realidad, no lo es.
Te levantas sin despertador, eso es verdad, pero luego ves que se te ha pegado el tiempo al culo. Limpiar el baño, limpiar el terrario de los jerbos, jugar un rato con ellos, que también se lo merecen, jugar con la perra, darle de comer, sacarla, ordenar la cocina, plancharte el pelo, barrer el suelo, poner una lavadora, tender la ropa, tirarte de los pelos al ver cómo está el estudio... Y mientras tanto, grupos de Whatsapp que suenan sin parar, con tonterías o con perros que están al borde de la muerte, a todas horas. Y los grupos de Facebook también, porque los trabajos a entregar y a exponer de la universidad se acumulan antes de Navidad. Y ahí estamos, como una mujer multifunción haciendo frente a todo a la vez, y sin equivocarte, que hay muchas cosas en juego -desde despintar tu camiseta favorita hasta salvar una vida-.
Y te dan las 14:00 y tú sigues limpiando el baño porque te has entretenido jugando con los jerbos y haciéndoles fotos, porque son muy adorables. Y no te da tiempo. Cambiarte rápido de ropa -no puedes ir por la vida siempre con ropa de maruja-, hacer algo aún más rápido de comer, que el horno escupa humo cuando vuelves a entrar a la cocina porque te has pasado de tiempo ordenando tu agenda, pero ahí está el resultado, comestible. Y comes rápido, mirando el reloj a cada minuto, porque sabes que hay tráfico y no vas a llegar a tiempo a clase. Engulles más que comes, dejas comida en el plato porque el agobio te cierra el estómago, y te levantas, te lavas los dientes, vas recogiendo cosas por allí donde pasas hasta completar el mamotreto que te llevas a clase, un beso de despedida, las llaves, y cierras la puerta.
Abro el coche y me coloco bien el asiento. Al lado, el último disco de Sidonie. Gafas de sol y música encendida, vamos allá.
Por primera vez en el día me doy cuenta de que no hay muchas nubes, está soleado y un señor mayor, vestido con una camisa antigua y sin mangas me saluda al pasar por su lado.
Vivo en un sitio apartado, una especie de mini pueblo alejado de la civilización real, pero me encanta. Paso por delante del colegio, ya vacío, sus badenes y la gran rotonda, tan estúpida ahí en medio, que nunca regula nada porque por allí no pasa nadie. Y su cuestecita, y otra rotonda, y esa carretera estrecha que te abre mil lugares. Me gusta este sitio y sonrío feliz.
Voy cantando todo el camino, con la voz más ronca que me recuerdo, sin llegar a ningún tono, aún peor que de costumbre. Y me fijo y nadie canta en los otros coches, visten caras serias. La gran mayoría de ellos están volviendo a casa, llevan niños en el asiento de atrás, y no son felices. Y yo, aunque me queje, soy feliz yendo a la Universidad, a aguantar a un profesor que tiene mucho que enseñar pero que se cansó hace tiempo, a hacer trabajos que no me sirven para nada, y a escribir esto.
Porque tener clase a las 15:00 también puede darte alegrías.
Porque no hay nada que la buena música no pueda arreglar.
Porque un día de mierda se puede arreglar. Y ya está.
lunes, 15 de diciembre de 2014
jueves, 6 de marzo de 2014
Vivir en Comunidad: El Bricomaniaco.
A petición de la preciosa Buhonera, voy a escribir mi entrada de hoy. He pensado que puede dar lugar a algún que otro capítulo, pero ya sabéis cómo soy con las "sagas". Por lo pronto, os dejo el primero:
La gran mayoría de quienes me leéis, vivís en un piso. Vivir en un piso implica ciertas cosas y, entre ellas, la más molesta de todos -casi siempre- son los vecinos.
Vecinos...
Vecinos hay de muchas clases. Están aquellos que sabes que existen pero que nunca ves. Están los ruidosos, los que siempre tienen visita, los que se quedan hablando en el rellano, los que dejan la basura colgada de la puerta, los sexualmente escandalosos y, como en el caso del que os escribo hoy, los bricomaniacos.
Los vecinos bricomaniacos no abundan demasiado en las comunidades hoy en día. La gente no tiene tiempo libre y, el poco que tienen, lo invierten en ver la televisión o en mirar chorradas por Internet -triste, pero cierto-. Pero, pero, ¡¡pero!! ¡¡Cómo no!! ¿A quién le iba a tocar un vecino bricomaniaco si no es a mí? Porque, en la comunidad en la que vivo, creo que se dejaron a algunos pacientes del psiquiátrico, olvidados. Y aquí estoy, día tras día, desde hace 5 meses y 13 días, aguantando como puedo las diferentes pruebas que supone convivir con mis vecinos de bloque.
Así que, a lo que iba. Mi vecino bricomaniaco. Algunos os lo estaréis imaginando ya: un hombre de unos 35 años, manitas, fortachón, con barbita -pensar esto es inevitable- y que, más o menos, taladra siempre a la misma hora y respetando el sueño y descanso de los vecinos.
Pues no. En absoluto. Este hombre rondará los 70-80 años -soy malísima para acertar con la edad de la gente-, es un abuelito enclenque, canoso, estrecho, es... es como te imaginarías al Capitán América de viejito cuando era un tirillas. Algo así.
Pues este señor es el bricomaniaco de mi edificio. Además, por supuesto, tengo la suerte -aaajajajaja... matadme- de vivir justo debajo suya. Y, para que la cosa mejore, los suelos y techos de este edificio parecen estar hechos con papel de fumar -o eso o mi vecino de al lado murió hace unos meses, porque no se le escucha y tenemos el salón pared con pared-.
El señor bricomaniaco no es aficionado a la carpintería. Es adicto. Aunque, si soy sincera, creo que no es carpintería lo que hace, mi idea es que está haciendo un colador inmenso, gigante, enormérrimo. Si no, no lo entiendo. Este hombre, ahí donde se le ve como un ancianito indefenso, está armado. Armado con su taladro.
Su vida es taladrar. No sé qué taladra. No sé por qué. No sé quién limpia toda la suciedad que tiene que tener en esa casa de tanto taladrar. Pero él taladra. Taladra los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados y los domingos. Su rango horario para taladrar va desde las 7 de la mañana hasta las 23:30 de la noche, depende de cómo le dé el día.
Taladra en el dormitorio grande, taladra en el salón, taladra en el pasillo, taladra en otro dormitorio... Él taladra.
A veces no taladra. Hay veces, muy pocas, en las que suena un golpe seco en el suelo. Y nada más hasta el día siguiente. No sé si es que tira el taladro al suelo cuando se cansa o si, con el éxtasis que le tiene que producir su labor, se termina desmayando y ese sonido es su cabeza de viejo loco chocando contra el suelo. No lo sé.
En ocasiones también martillea, o se dedica a hacer ruidos en el suelo como si diera con un martillo de goma en él. Pero esas cosas no le producen tanto placer como el taladro.
Una de las cosas que más me intrigan de este hombre es qué está haciendo ahí arriba. Realmente siento una tremenda curiosidad por saberlo. He pensado en subir a preguntarle, pero me da miedo que me taladre a mí también.
Además, como dato, las pocas veces que le veo salir y entrar del edificio, es para ir a hacer la compra. Que pensaréis, hombre, normal, el hombre tendrá que comer. Pero, ¡no! Nunca le veo con bolsas de comida. ¿Sabéis que trae cuando viene de comprar? ¡¡TALADROS!! Jajajajajaja... no, hombre no. Trae agua. Siempre. Agua. Garrafas de estas de 5 litros de agua de la marca más barata -que es la que compro yo, 56 céntimos la garrafa, me parece-. Y ahí va él, cargado con sus dos o tres garrafas de agua, como un loco. ¡¡Venga agua pa'rriba!!
Pero, ¿qué come? ¿Qué taladra? ¿Por qué taladra? ¿Qué son esos golpes?
Esas son incógnitas que creo que nunca sabré. Se aceptan propuestas en los comentarios. Gracias.
P.D.: Por supuestísimo está taladrando mientras escribo esto, no os vayáis a creer que descansa el hombre...
La gran mayoría de quienes me leéis, vivís en un piso. Vivir en un piso implica ciertas cosas y, entre ellas, la más molesta de todos -casi siempre- son los vecinos.
Vecinos...
Vecinos hay de muchas clases. Están aquellos que sabes que existen pero que nunca ves. Están los ruidosos, los que siempre tienen visita, los que se quedan hablando en el rellano, los que dejan la basura colgada de la puerta, los sexualmente escandalosos y, como en el caso del que os escribo hoy, los bricomaniacos.
Los vecinos bricomaniacos no abundan demasiado en las comunidades hoy en día. La gente no tiene tiempo libre y, el poco que tienen, lo invierten en ver la televisión o en mirar chorradas por Internet -triste, pero cierto-. Pero, pero, ¡¡pero!! ¡¡Cómo no!! ¿A quién le iba a tocar un vecino bricomaniaco si no es a mí? Porque, en la comunidad en la que vivo, creo que se dejaron a algunos pacientes del psiquiátrico, olvidados. Y aquí estoy, día tras día, desde hace 5 meses y 13 días, aguantando como puedo las diferentes pruebas que supone convivir con mis vecinos de bloque.
Así que, a lo que iba. Mi vecino bricomaniaco. Algunos os lo estaréis imaginando ya: un hombre de unos 35 años, manitas, fortachón, con barbita -pensar esto es inevitable- y que, más o menos, taladra siempre a la misma hora y respetando el sueño y descanso de los vecinos.
Pues no. En absoluto. Este hombre rondará los 70-80 años -soy malísima para acertar con la edad de la gente-, es un abuelito enclenque, canoso, estrecho, es... es como te imaginarías al Capitán América de viejito cuando era un tirillas. Algo así.
Pues este señor es el bricomaniaco de mi edificio. Además, por supuesto, tengo la suerte -aaajajajaja... matadme- de vivir justo debajo suya. Y, para que la cosa mejore, los suelos y techos de este edificio parecen estar hechos con papel de fumar -o eso o mi vecino de al lado murió hace unos meses, porque no se le escucha y tenemos el salón pared con pared-.
El señor bricomaniaco no es aficionado a la carpintería. Es adicto. Aunque, si soy sincera, creo que no es carpintería lo que hace, mi idea es que está haciendo un colador inmenso, gigante, enormérrimo. Si no, no lo entiendo. Este hombre, ahí donde se le ve como un ancianito indefenso, está armado. Armado con su taladro.
Su vida es taladrar. No sé qué taladra. No sé por qué. No sé quién limpia toda la suciedad que tiene que tener en esa casa de tanto taladrar. Pero él taladra. Taladra los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados y los domingos. Su rango horario para taladrar va desde las 7 de la mañana hasta las 23:30 de la noche, depende de cómo le dé el día.
Taladra en el dormitorio grande, taladra en el salón, taladra en el pasillo, taladra en otro dormitorio... Él taladra.
A veces no taladra. Hay veces, muy pocas, en las que suena un golpe seco en el suelo. Y nada más hasta el día siguiente. No sé si es que tira el taladro al suelo cuando se cansa o si, con el éxtasis que le tiene que producir su labor, se termina desmayando y ese sonido es su cabeza de viejo loco chocando contra el suelo. No lo sé.
En ocasiones también martillea, o se dedica a hacer ruidos en el suelo como si diera con un martillo de goma en él. Pero esas cosas no le producen tanto placer como el taladro.
Una de las cosas que más me intrigan de este hombre es qué está haciendo ahí arriba. Realmente siento una tremenda curiosidad por saberlo. He pensado en subir a preguntarle, pero me da miedo que me taladre a mí también.
Además, como dato, las pocas veces que le veo salir y entrar del edificio, es para ir a hacer la compra. Que pensaréis, hombre, normal, el hombre tendrá que comer. Pero, ¡no! Nunca le veo con bolsas de comida. ¿Sabéis que trae cuando viene de comprar? ¡¡TALADROS!! Jajajajajaja... no, hombre no. Trae agua. Siempre. Agua. Garrafas de estas de 5 litros de agua de la marca más barata -que es la que compro yo, 56 céntimos la garrafa, me parece-. Y ahí va él, cargado con sus dos o tres garrafas de agua, como un loco. ¡¡Venga agua pa'rriba!!
Pero, ¿qué come? ¿Qué taladra? ¿Por qué taladra? ¿Qué son esos golpes?
Esas son incógnitas que creo que nunca sabré. Se aceptan propuestas en los comentarios. Gracias.
P.D.: Por supuestísimo está taladrando mientras escribo esto, no os vayáis a creer que descansa el hombre...
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.
martes, 18 de febrero de 2014
Cosas de argentinos: Vocabulario.
Después de tanto tiempo, la segunda
parte de “Cosas de argentinos” ha llegado. Antes que nada, quiero
disculparme si hay palabras que también se dicen aquí, pero yo,
desde luego, jamás las había escuchado. Voy a dividirlo en dos
partes: insulto y comida. Me dejo cosas fuera (como la canción de
cumpleaños y más palabras) pero quizá lo desarrolle en una tercera
entrega. Allá vamos.
Insultos.
No es nada nuevo
que en América del Sur los insultos no se parecen casi en nada a los
que tenemos aquí. Y es cierto. Es más, podrían insultarnos y ni
siquiera nos daríamos cuenta. Hay muchos que ya conocemos de sobra,
pero os traigo un surtido variadito de insultos que he ido
aprendiendo en estos meses:
-Boludo. Ya lo
conocemos todos. Cualquier persona que alguna vez ha imitado el
acento argentino ha sido con un “¡che, boludo!”. No sé por qué,
este insulto me hace realmente mucha gracia cuando es mi suegra la
que se lo dice a mi pareja, vete tú a saber.
-Trolo, trolazo,
puto y putazo. Todos vienen a significar más o menos lo mismo:
marica. Me hace especial gracia la de “trolazo”, porque aquí, un
trolazo, es una mentira muy gorda, o también podría ser estos troll
que nos encontramos en los juegos online, pero en plan máster
supremo, ya.
-Poronga. Esta es
buena. Es MUY buena. No sé muy bien en qué sentido se usa, así que
si algún argentino avispado quiere iluminarme con su sabiduría, que
me lo escriba. Según mi chico es, palabras textuales, “la picha
del caballo”. Yo, la verdad, es que me descojono cuando lo escucho,
es inevitable. Y no puedo entender el contexto en el que cabe esto.
*Edito: he buscado como una buena bloggera por internet, y se
refieren a la polla, en general -lo iba a decir finamente, pero para
qué andarnos con rodeos-.
-Culeao.
Básicamente, nuestro equivalente sería un “que te den por culo”,
o algo similar.
-Sorete. Esta creo que es mi palabra
favorita, en serio. Significa truño, pero es que me parece hasta
adorable llamarle sorete. Esta es de esas que creo que también se
utiliza por aquí, pero no estoy muy segura. En mi entorno, por lo
menos, nunca la he escuchado.
-Conchudo, pelotudo. Sería como un
“gilipollas” de aquí, basicamente.
-De prepo. Es nuestro “por cojones”.
-Salame. Es la más flojita de todas,
pero si nos la dicen no nos enteraríamos de nada. Significa tonto,
lento.
Comida.
Hay muchos platos a los que llaman de
otra forma, o que aquí no los hacemos, pero quiero empezar con una
cosa que me hizo quedarme en plan “¿qué?”.
Un día, la madre de mi chico nos había
traído puchero y, al ir a comérnoslo, todo fue un poco raro. Más o
menos se hacen igual, pero claro, hay una diferencia. Yo calenté el
puchero y, cuando llegó mi chico, me dijo “¿vamos a comer sopa?”
y le contesté “no, estoy calentando el puchero de tu madre”. Y
siguió mirándome extrañado. ¿La diferencia? Para él, el
“puchero” no es el caldo con todas sus cositas, no... Si no las
patatas cocidas con la carne y la verdura, que se machacan en plan
puré y ala, a comer -o que él las machaca en plan puré-.
El caldo del puchero va a parte y no es puchero, es sopa. Claro, yo me dediqué a mirarle con cara rara durante toda la comida, cada cual con su plato de “puchero” a su estilo. Aún no sé si realmente es que él es más rarito que nadie o si en argentina es realmente así, pero para mí sigue siendo raro. Ah, y, por supuesto, la sopa para mí es la típica sopa que puede ser lo del puchero, pero que te la tomas por la noche en invierno para entrar en calor y lleva fideos o letras en nuestra querida sopa de letras.
Con eso salto a otra cosa, los fideos.
¿Qué les pasa a los argentinos con la pasta? La verdad es que no
tengo ni idea, pero también es algo que me deja con cara de tonta.
La situación era la normal, una
conversación sobre qué íbamos a hacer de comer. Él me dijo
“¿hacemos fideos?” y yo me quedé con cara de estúpida
diciéndole “pero si no hay sopa. Podemos hacer macarrones”. Y me
contestó plácidamente con un “pues eso, fideos”.
“¿¡¿¡CÓMO QUE FIDEOS!?!? ¡¡LOS
MACARRONES NO SON FIDEOS!! ¡¡LOS FIDEOS SON FIDEOS!!”.
No lo entendía, y creo que ya me da la
razón pero un poco como a las locas. Para ellos, cualquier tipo de
pasta -no rellena- son fideos. Los macarrones, los spaguettis, los
tallarines, las babetas, los fideos... ¡¡Todo son fideos!! Eso no,
eso si que no lo permito. Lo siento, pero no es lo mismo hacer
spaguettis, que macarrones, que fideos de verdad.
Otra palabra de comida que fue la
primera que escuché de él fue “panqueque”. Nunca la había
escuchado y creía que se refería a los pancakes americanos, solo
que pronunciado de aquella manera. ¡Pero no! Los panqueques son un
dulce argentino bastante sencillo, que consiste en crêpes rellenas
de dulce de leche. ¡¡Dulce de leche!! Cosa que tampoco había oído
nunca -lo siento, no me gusta el dulce-. Es una especie de crema
pastosa muy, muy, muy dulce, que se hace con leche -tampoco hay que
ser un lince para averiguarlo-.
Otra de las palabras que me dejó con
cara de idiota terrible fue otro dulce, las facturas. Claro,
imaginaos: Yo llego a casa de mis suegros, donde están ellos, su
hija y los padres de mi suegro. Creo que incluso había más gente,
no me acuerdo. El caso, que recién los conozco, nos dicen “hemos
traído facturas, en la cocina están”. Y yo con cara de “¿eing?
¿Facturas?”. Me quedé pensando que a lo mejor tenían un negocio
que mi chico revisaba, o yo que sé. Y como son tan educados conmigo,
pues me habrían metido en el ajo para que no me sintiera desplazada.
Fuimos a la cocina y lo entendí. ¡¡Facturas!! ¡¡Más dulces!!
Son una especie de bollitos rellenos de crema o dulce de leche -si
por los argentinos fuera, le pondrían dulce de leche hasta a los
macarrones. O a los fideos-.
La última cosa que voy a meter en este
apartado es el choclo. Este lo descubrí por mí misma, y fue de los
primeros. Todo fue porque, investigando sobre el mejor sustrato para
los jerbos -unos roedores muy simpáticos que tengo- en una página
ponían que lo mejor era el que estaba hecho a base de choclo. Claro,
me quedé un poco patidifusa. ¿Dónde puñetas encuentro yo eso?
Pero internet es mágico y me descubrió que el choclo, es el maíz.
Semanas más tarde, comiendo con el abuelo de mi chico en un
restaurante, se pidió unos canelones de choclo y yo me sentí
orgullosa de mí misma por entenderlo y no tener que preguntar.
Y hasta aquí la lección de hoy. Hay
muchas más palabras, más comidas, más insultos y más de todo,
pero ya me ha quedado bastante larga como para haceros leer más. Un
saludo y, ¡usad los comentarios para ilustrarme con vuestra
sabiduría!
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.
viernes, 14 de febrero de 2014
Raza VS Mestizo
Cuando decides que tu vida la quieres
compartir con un animalito.
Cuando decides que ese animalito será
un perro.
Cuando te metes en el mundo animal y
buscas, buscas, y buscas.
Cuando te das cuenta de que a la gente
se le ha ido la cabeza.
Como muchos sabréis, llevo metida en
el mundo de las adopciones desde los 16 años. Con 18 me metí de
voluntaria en una protectora. Con 19 me fui. Entre medio y en
adelante, he acogido a 6 perros, he participado en varios rescates,
he adoptado a otro, y he acogido a un gato. Cada cual el tiempo que
me ha sido posible.
Cuando te metes en este mundo, crees
que todo va a ser maravilloso. Que todos están ahí por los animales
y que las diferencias personales se dejan a un lado, pero no.
Hoy, como tema central, como base a mi
entrada, y como crítica eterna, Raza VS Mestizo. Es uno de los
grandes problemas del mundo “animalista”.
Has decidido que quieres un perro en tu
vida. Te planteas comprar uno, lo normal, pero luego recuerdas
aquellas fotos que viste en el Facebook de un perrito sin hogar,
tantas y tantas protectoras pidiendo donativos, perros en perreras en
malísimas condiciones. Decides adoptar.
Decides adoptar y se abre ante ti un
mundo nuevo en el que, a veces, piensas que no deberías haber
entrado.
Comienzas tu búsqueda. Una infinidad
de perros de todos los tamaños, edad y colores. Unos se envían,
otros no. Unos son de protectoras, otros de particulares. Unos están
sanos, otros tienen alguna enfermedad. Unos son de raza, otros
mestizos.
¿Mestizo o de raza? ¿Pequeño,
mediano o grande? ¿Cachorro, adulto o viejo? ¿Blanco, marrón,
negro, atigrado...?
Cuantísima variedad, y a todos les
hace falta una casa.
Buceando encuentras un Beagle. ¡¡UN
BEAGLE!! Pero qué bonito que es. Mira qué orejas. Mira que cara de
bonachón. Míralo que guapo. Voy a preg-... Un segundo. Cientos de
interacciones de personas dispuestas a adoptarle. Y muchos
“animalistas” con su cantar: “claro, como es de raza...”,
“como abundan la gente que quiere adoptar un animal, ¡¡se
vaciarán las protectoras!!”, “buscan ahorrarse el dinero que les
cuesta en las tiendas y sólo quieren uno de esta raza”.
Ups. Ahora me siento mal por haberme
fijado en uno de raza. Voy a seguir mirando...
¡¡Qué precioso cachorrito blanco!!
¿Cuánto crecerá? ¿Sabéis el cruce de raza?
Y vuelven: “los cachorros siempre
salen rápido...”, “claro, pero por el negro no pregunta nadie”.
Y, cuando no se sabe el cruce ni el
futuro tamaño, y la gente pide uno pequeño “qué más da el
tamaño del perro, eso no importa”.
Bueno... a mí si me importa. Mi casa
es pequeña, no puedo meter un mastín.
Estas cosas, que son sólo un ejemplo,
frenan muchas adopciones y a muchos posibles adoptantes que, ante la
falta de educación de terceros, optan por irse a una tienda o, en el
mejor de los casos, a un criadero responsable, y comprarse el
animalito. Y pasar de soportar a los soplapollas que no hacen más
que criticar.
Cada vez me da más asco pertenecer a
ése sector que se preocupa por los animales abandonados, y cada vez
hago menos, porque la gente frena mis ganas.
Porque querer un perro de raza no es un
crimen. El crimen es abandonarlos.
Porque no hay que castigar al que
pregunta, si no al que devuelve porque creció más de lo esperado.
Porque todos se merecen un hogar, y
nosotros nos merecemos poder escoger.
Porque el libro de los gustos está en
blanco, y no tienes que juzgar los del resto.
Porque, ante todo, no importa nada, si
lo que estás salvando es una vida.
Porque a mí nunca me han aplaudido ni
felicitado por salvar ni a uno de raza ni a un mestizo. Porque todos
merecen ser salvados, sin distinciones.
Porque me repugna la gente de corazón
negro que sólo está para criticar cuando alguien está haciendo
algo bueno. Quitaos de la cabeza la nomenclatura de raza o mestizo.
Son perros, y mientras sean adopciones responsables, lo que ponga en
la cartilla está de menos.
Porque a los de raza también se les
abandona, se les maltrata, se les usa y abusan de ellos. Y no se
merecen menos.
Alegre,
alegre, alegre.
La
vida es solo un sueño.
miércoles, 22 de enero de 2014
Pérdidas de peso milagrosas.
Como hace demasiado que no actualizo y
estoy hasta las narices de otras cosas, voy a ver si me desahogo un
poco con el blog.
Hace tiempo que apunté esta entrada
por varios motivos. El primero, porque en Facebook no dejan de
bombardearme con páginas que tienen unos programas de putísima
madre que todos los médicos “odian” -hay que ver cómo sois los
médicos con odiar todo lo milagroso-. El segundo, porque esto me
llevó a una página en la que una entrenadora Australiana demostraba
su “antes y después” con dos fotos. Y tercero, porque en mi
familia no se ha dejado de hablar durante todas las navidades de
dietas, ejercicio y mierdas varias -y me callo el comentario, porque
podría ser hiriente, y les quiero-.
Finalmente, tras comprarme una báscula,
darme cuenta -una vez más- de mi auto-tortura con el peso, y varias
cosas de Twitter juntas, he decidido ponerme a escribir.
Empezaré por lo que me hizo poner este
título en “cosas que tienes que escribir en el blog”: aquellas
fotos de la entrenadora.
Concretamente, me refiero a este enlace.
A grandes rasgos, viene a decir que las dietas milagro, las pastillas
adelgazantes y todas estas cosas, son una soberana estupidez. Y lo
demuestra fácilmente con estas fotos, tomadas antes y después de su
propio método:
Para quien no entienda inglés -o no
quiera entrar al enlace-, las fotos tienen una diferencia de tiempo
de 15 minutos. ¿Milagro? No. Una ropa más adecuada, cambias la
postura, te peinas, sonríes, y ala, “dieta milagro” superada.
Como veis, todo un “engaño” para
la vista, que hacen que pobres mujeres inseguras por su cuerpo se
dediquen a seguir métodos que no las van a llevar a buen puerto.
Seguidamente, voy a tratar otro punto.
Esos anuncios. Esas fotos del antes y el después. ¿Habéis visto la
foto de esta chica? ¿Os parece gorda la de la izquierda? Si vuestra
respuesta es “sí”, tenéis un problema.
Y, antes de seguir, hago un pequeño
inciso:
Estar gorda no tiene nada de malo. Es
un hecho y punto. Hay gente gorda, gente delgada, y gente “normal”.
Depende de tu percepción dirás que alguien está gorda, delgada o
normal.
No hay un punto, unos kilos, una talla,
en la que todo el mundo coincida. Es evidente que una talla 36 es
delgada, y que una 52 es gorda, pero no es un insulto ni una cosa, ni
lo otro. Ni todas las de la 36 son anoréxicas ni todas las de la 52
tienen un problema de salud, aunque estas cosas es otro tema que creo
que trataré en otra entrada dentro de poco.
Siguiendo con el texto, que tenéis un
problema, os dije. Esta chica es entrenadora personal. Hace deporte,
probablemente coma bien y, no sé en qué talla estará, pero dentro
de su peso, seguro. Y no, no está gorda. Pero muchos de estos
anuncios hacen que las chicas se vean enormes, inmensas, si no tienen
la figura palillo que aparecen en la mayoría de los “después”.
Y esto, queridos señores, no ocurre porque el mundo sea malo, porque
nos auto-destruímos por la tendencia del Photoshop, o porque los
diseñadores de moda están locos paseando a esqueletos por las
pasarelas.
No, señores. Esto ocurre porque
nosotros mismos, los que tenemos al lado, nos dedicamos a mirar el
físico, y el físico, y el físico. Y llamamos gordas a las niñas
desde pequeñitas. Y les damos cosas light de adolescentes. Y les
dejamos pensar que sólo eres bella si eres delgadísima. Y nos
reímos de ellas. Y hasta las chicas gordas se ríen de otras chicas
gordas. Cuando, en realidad, ser gordo no tiene nada de malo. Es un
estado, en el que estás si quieres, bajo tu decisión, y que puedes
cambiar cuando te plazca, pero no por la opinión de otros, si no
porque tú misma quieras hacerlo. Igual que te cambias el color del
pelo o cualquier otra cosa, haces lo que quieras con tu cuerpo.
Por eso veo estúpido que la gente
maldiga a los anuncios. Los malos siempre son la tele, las vallas
publicitarias, anuncios de internet... Siempre las empresas, siempre
quienes van a coger dinero. Cuando, realmente, esas empresas hacen lo
que hacen porque la gran mayoría de mujeres se infectan unas a otras
con el virus de “gorda = fea”.
Sé que esto no cambiará de un día
para otro, es evidente. Que a las chicas les gusta estar delgadas y
no quieren verse michelines porque los hemos hecho anti-estéticos.
Pero os aseguro que, si algún día tengo una hija, no la educaré
para que la palabra “gorda” le siente como un insulto, no
contribuiré a eso. Espero que tenga la conciencia tranquila cuando
coma, y que sepa que esos anuncios milagros son un engañabobos. Y
que viva como quiera, y que marque lo que marque el peso, lo
importante es que sea feliz, porque esos números no te dan la
felicidad.
Y ya tengo una idea nueva para
escribir. Hasta pronto.
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.
sábado, 4 de enero de 2014
Ley del aborto.
Antes de nada, aviso que esta entrada
es más caótica y desordenada que de costumbre, pero va tal y como
sale.
Entro en Facebook, veo una publicación
que han compartido, le doy una par de vueltas, miro más fotos del
grupo del que procede, leo comentarios... El mundo se va a la mierda
y gilipollas hay más que a pares.
No iba a hacer una publicación sobre
esta “nueva ley,” al igual que tampoco la iba a hacer sobre la
línea Violeta by Mango -que creo que terminaré haciendo-, pero esto
ya me ha tocado la moral y voy a soltarlo todo.
No voy a analizar la ley, ni mucho
menos. Para eso os dejo esta publicación de mi preciosa Buhonera que
hizo un gran trabajo hace varias semanas.
Mi parte va a la polémica, aunque no
se pueda dialogar porque, como bien me dijo mi madre, ninguna de las
partes conseguirá convencer a la contraria. Pero ya que los
“pro-vida” inundan mis redes sociales y escriben argumentos
jodidamente estúpidos acerca del aborto, yo voy a exponer los míos.
Primero, los términos. “Pro-vida”
y “abortistas”. Estamos locos nada más empezar. Los “pro-vida”
sostienen que un feto tiene el mismo derecho a la vida que una
persona ya nacida, que la madre no puede decidir sobre la vida de lo
que lleva dentro porque “no es suyo” -palabras textuales que he
leído en repetidas ocasiones-, que no existe casi ningún supuesto
bajo el cual se deba abortar y que los “abortistas” somos unos
nazis despiadados.
Para empezar, diré que todo el mundo
está a favor de la vida. Si no, salgamos a la calle a matar a todo
ser viviente y a nosotros mismos, total. Continuando, tengo que decir
que ese feto, cigoto, huevo, alien, llamadlo como queráis, es de la
madre, es suyo.
Os guste, no os guste, os de salmonela o lo que os salga de las
narices. Si no es suyo, ¿de quién es? ¿Del Estado? ¿De la madre
naturaleza? ¿De Pipi Calzaslargas? Ella es quien lo lleva dentro y
ella es quien elige por él, y eso es indiscutible, aunque os
empeñéis en discutirlo. Y, por supuestísimo, existen multitud de
supuestos bajo los que se puede abortar, y en los que ese feto ni
siente ni padece, así que dejad de decir que es un asesinato y que
las mujeres que abortan son unos monstruos.
He
de decir, que no estoy de acuerdo con el aborto en ciertos casos, eso
está claro. Hay un límite en los meses de gestación, ya que esto
no es un capricho para que en el octavo mes vayas a abortar. No es
eso. Ni tampoco es un método para quienes no quieran usar métodos
anticonceptivos de ningún tipo, sería una barbarie.
Ajá, métodos anticonceptivos, otra
cosa de la que hablan los “pro-vida” y creen que han descubierto
el mundo. Señores, ¡¡QUE LA QUE ABORTA NO ES POR CAPRICHO, QUE NO
VA UNA A ABORTAR COMO LA QUE VA A COMPRARSE UN PAQUETE DE PIPAS!!
He tenido que leer a estos súper
defensores de la vida que por qué la que aborta “felizmente” no
ha puesto antes métodos anticonceptivos de por medio. ¿En serio
creéis que con el uso de métodos anticonceptivos no se queda
embarazada ninguna mujer? ¿Que son 100% efectivos? Venga ya, hombre.
No te digo que fallen siempre, son un pequeño porcentaje, pero esas
cosas ocurren y puede ser que no quieras/puedas tener un hijo. Pero
claro, para vosotros es más fácil plantearse el hecho de aguantar
ahora los nueve meses de embarazo, el parto y dar a tu hijo en
adopción. Ya, dime ahora que el 100% de los niños que se entregan
para adopción son adoptados a los pocos días, ¿vale? Vale.
Una de las mayores estupideces que he
tenido que leer, ha sido la que me ha hecho abrir otra hoja de word y
ponerme a escribir aceleradamente sobre el tema: “los abortistas no
pararán hasta que el aborto sea obligatorio, ya lo verás”. ¿En
serio? ¿EN SERIO? Pero, ¿qué tipo de mente agilipollada, estúpida
y mutilada ha podido escribir algo así? Los “abortistas” no
hablan de que es bueno abortar, de que es lo que se tiene que hacer,
no es esa óptica. Se habla del derecho de elección de la mujer, de
que, si me quitas el derecho a abortar a un niño enfermo que va a
ser dependiente de mí toda su vida, encima no me quites las ayudas
para poder mantenerlo, de que un niño no querido no va a tener el
amor de una familia, de que un niño de una violación va a suponer
una herida psicológica aún mayor a la mujer, de que la conciencia
de la iglesia no puede meterse en mi vida personal... No se habla de
imponer el aborto en ningún caso. Si tú no quieres abortar, estés
en la situación que estés, nadie te va a obligar. Nadie te va a
poner una pistola en la cabeza si no quieres abortar al feto de una
violación, o a un feto que sabes que va a morir a las pocas semanas
de nacer, ni nada por el estilo. Si tú quieres tener a tu hijo, lo
tendrás. Pero deja al resto decidir si en su vida un futuro niño
tiene cabida o no.
Otra de las cosas que he leído, y que
me parece aberrante, es un comentario acerca de las excarcelaciones
de violadores, y que a las mujeres no les importa que hayan
violadores sueltos, que les resulta indiferente y les preocupa más
el derecho al aborto por una violación que el hecho de ser violadas.
Creo que no voy a comentar nada sobre eso, simplemente diré que
quienes escriben ese tipo de comentarios, están enfermos.
Y todo esto, viene a raíz de esta
foto.
La cual, de verdad, me ha hecho detenerme, pensar. “Por
nacer”. ¿A qué se refieren con nacer? En un aborto, no nace
nadie, no puede nacer porque no sobreviviría, es imposible. Ese
mensaje te hace pensar en un niño de nueve meses, en un parto
natural o una cesárea, en la que realmente nace un niño ya formado,
que sobrevive con su madre, al cual arrancan de los brazos de su
madre para matarlo descuartizándolo al estilo Saw, o algo así. O a
lo mejor estoy loca. No sé, puede que sea demagogia barata, o a lo
mejor yo soy la demagoga.
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un
sueño.
Navidad... y lo que nos queda.
Obviamente, estamos en Navidad.
Cualquier persona lo sabe, aunque viniera del futuro lo sabría.
Adornos en todas partes, arbolitos decorados, sonrisas, juguetes, las
tiendas de electrónica a rebosar, lucecitas por doquier, cuñados
que se abrazan, suegras y yernas igual... Es una enfermedad.
Días 24, 25 y 31 de Diciembre, y 1, 5
y 6 de Enero. La familia se reúne, los amigos de siempre, algunos
viajan, todos se emborrachan, se cantan villancicos desafinados, se
come hasta rebosar y, no sé, hay que ser feliz porque ES NAVIDAD. Y
punto. Y no valen excusas. No vale “es que me ha bajado la regla”,
“es que me duele la muela”, “es que he suspendido cuatro”,
“es que me agobian las aglomeraciones”, “es que soy ecologista
y me pone de mala leche tanto gasto”, “es que mi novio/a me ha
dejado”, “es que mi gato se ha muerto”... no. No vale. Es
Navidad y tienes que ser feliz porque así se ha dicho y así será.
Siempre. Sin excepciones.
Ahora mismo, quienes adoren la Navidad,
estarán pensando que soy el Grinch, como siempre. Pero no. A mí la
Navidad, en cierta parte, me gusta. Como jamón y gambas -que durante
el resto del año no suelo hacerlo-, recibo regalos -que suelen ser
jodidamente buenos-, las caras de los niños en la cabalgata de Reyes
me enamoran, la gente suele estar más tratable y, por supuesto,
tengo unas pequeñas vacaciones en la época del año que más me
gusta. Pero no todo pueden ser cosas buenas. No me gustan los
polvorones, no me gusta la “alegría fingida”, no me gustan las
aglomeraciones para comprar en cualquier sitio, no me gusta la
importancia que se le da a Fin de Año y, este año, me duele la
muela.
A grandes rasgos, la Navidad no me
gusta, y esto hace que me encuentre con esos personajes que parecen
duendecillos mágicos para los que todo es alegría y festividad en
estos días, y para los que yo soy un ser malvado y despiadado que
sólo quiere arruinarles las fechas. No, señores. Soy una persona
con personalidad propia y que expresa libremente sus ideas. No estoy
ahí, en cada publicación de Facebook, en cada Tweet de Twitter,
esperando agazapada para saltar y deciros que estáis equivocados
porque os gusten estas fechas. No. De hecho, no estáis equivocados,
vuestros motivos tendréis. Hay personas a las que unas lucecitas les
dan alegría, las que en estas fechas tienen la cara iluminada porque
les encanta, que se les llena la boca de buenas intenciones y
propósitos de año nuevo... pero si después, en Febrero, ya se os
ha olvidado todo, habéis vuelto a fumar, a maldecir a los de al
lado, a pasar del gimnasio, y seguís siendo las mismas personas que
antes de Navidad, ya lo dejáis para las siguientes, que otro año
será.
Voy a hacer especial hincapié en Fin
de Año. He leído muchísimas cosas del tema este año y me quedo
con una para rebatirlo: “Las fechas son especiales, y fin de año
lo es”. ¿Para quién es especial? ¿Por qué obligáis a todos a
sentir una fecha como especial? ¿Mi cumpleaños es especial para
vosotros? ¿El día que conocí a mi pareja es especial para
vosotros? ¿Los días que adopté a mis perros son especiales para
vosotros? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué Fin de Año tiene que
ser especial?
Para mí, Fin de Año es un día más,
al que le tengo bastante tirria y en el que todos los tontos pican.
Los tíos se ponen el traje de chaqueta de todas las bodas, bautizos
y comuniones. Las tías se llevan mucho tiempo buscando el vestido
“perfecto” -que a algunas les daba yo un espejo porque creo que
no se miraron bien-. Salen todos a emborracharse, pagando un dineral
por alcohol de garrafón, haciendo lo que hacen todos los fines de
semana, pero vestidos de boda. Después, medio arrastrándose, van a
comprar churros, unos comen, otros vomitan, se van a casa y duermen
la mona. Y ya dejan de pensar en propósitos y empiezan a pensar qué
hicieron anoche, porque no se acuerdan de nada. Que cada cual se
divierta como quiera, pero yo, me quedo en casa.
P.D.1: Nos conocemos, y sé que alguien
me vendrá a decir que sale y no se arregla más de la cuenta o no se
emborracha o lo que pamplinas sea. Que sí, que lo sé, pero aquí
hablo de la mayoría, y sabéis que es así. No os sentencio por
salir en fin de año, me caéis igual de bien.
P.D.2: Que conste que mi suegra y mis
cuñadas me caen de lujo, así que si las abrazo y todo esto en
Navidad, es porque también lo hago el resto del año, que las quiero
con locura a las tres ♥.
Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.
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