lunes, 15 de diciembre de 2014

Tener clase a las 15:00.

Quizá no parezca lo más apetecible y, en realidad, no lo es.
Te levantas sin despertador, eso es verdad, pero luego ves que se te ha pegado el tiempo al culo. Limpiar el baño, limpiar el terrario de los jerbos, jugar un rato con ellos, que también se lo merecen, jugar con la perra, darle de comer, sacarla, ordenar la cocina, plancharte el pelo, barrer el suelo, poner una lavadora, tender la ropa, tirarte de los pelos al ver cómo está el estudio... Y mientras tanto, grupos de Whatsapp que suenan sin parar, con tonterías o con perros que están al borde de la muerte, a todas horas. Y los grupos de Facebook también, porque los trabajos a entregar y a exponer de la universidad se acumulan antes de Navidad. Y ahí estamos, como una mujer multifunción haciendo frente a todo a la vez, y sin equivocarte, que hay muchas cosas en juego -desde despintar tu camiseta favorita hasta salvar una vida-.

Y te dan las 14:00 y tú sigues limpiando el baño porque te has entretenido jugando con los jerbos y haciéndoles fotos, porque son muy adorables. Y no te da tiempo. Cambiarte rápido de ropa -no puedes ir por la vida siempre con ropa de maruja-, hacer algo aún más rápido de comer, que el horno escupa humo cuando vuelves a entrar a la cocina porque te has pasado de tiempo ordenando tu agenda, pero ahí está el resultado, comestible. Y comes rápido, mirando el reloj a cada minuto, porque sabes que hay tráfico y no vas a llegar a tiempo a clase. Engulles más que comes, dejas comida en el plato porque el agobio te cierra el estómago, y te levantas, te lavas los dientes, vas recogiendo cosas por allí donde pasas hasta completar el mamotreto que te llevas a clase, un beso de despedida, las llaves, y cierras la puerta.

Abro el coche y me coloco bien el asiento. Al lado, el último disco de Sidonie. Gafas de sol y música encendida, vamos allá.
Por primera vez en el día me doy cuenta de que no hay muchas nubes, está soleado y un señor mayor, vestido con una camisa antigua y sin mangas me saluda al pasar por su lado.
Vivo en un sitio apartado, una especie de mini pueblo alejado de la civilización real, pero me encanta. Paso por delante del colegio, ya vacío, sus badenes y la gran rotonda, tan estúpida ahí en medio, que nunca regula nada porque por allí no pasa nadie. Y su cuestecita, y otra rotonda, y esa carretera estrecha que te abre mil lugares. Me gusta este sitio y sonrío feliz.
Voy cantando todo el camino, con la voz más ronca que me recuerdo, sin llegar a ningún tono, aún peor que de costumbre. Y me fijo y nadie canta en los otros coches, visten caras serias. La gran mayoría de ellos están volviendo a casa, llevan niños en el asiento de atrás, y no son felices. Y yo, aunque me queje, soy feliz yendo a la Universidad, a aguantar a un profesor que tiene mucho que enseñar pero que se cansó hace tiempo, a hacer trabajos que no me sirven para nada, y a escribir esto.

Porque tener clase a las 15:00 también puede darte alegrías.
Porque no hay nada que la buena música no pueda arreglar.
Porque un día de mierda se puede arreglar. Y ya está.

jueves, 6 de marzo de 2014

Vivir en Comunidad: El Bricomaniaco.

A petición de la preciosa Buhonera, voy a escribir mi entrada de hoy. He pensado que puede dar lugar a algún que otro capítulo, pero ya sabéis cómo soy con las "sagas". Por lo pronto, os dejo el primero:

La gran mayoría de quienes me leéis, vivís en un piso. Vivir en un piso implica ciertas cosas y, entre ellas, la más molesta de todos -casi siempre- son los vecinos.

Vecinos...

Vecinos hay de muchas clases. Están aquellos que sabes que existen pero que nunca ves. Están los ruidosos, los que siempre tienen visita, los que se quedan hablando en el rellano, los que dejan la basura colgada de la puerta, los sexualmente escandalosos y, como en el caso del que os escribo hoy, los bricomaniacos.

Los vecinos bricomaniacos no abundan demasiado en las comunidades hoy en día. La gente no tiene tiempo libre y, el poco que tienen, lo invierten en ver la televisión o en mirar chorradas por Internet -triste, pero cierto-. Pero, pero, ¡¡pero!! ¡¡Cómo no!! ¿A quién le iba a tocar un vecino bricomaniaco si no es a mí? Porque, en la comunidad en la que vivo, creo que se dejaron a algunos pacientes del psiquiátrico, olvidados. Y aquí estoy, día tras día, desde hace 5 meses y 13 días, aguantando como puedo las diferentes pruebas que supone convivir con mis vecinos de bloque.

Así que, a lo que iba. Mi vecino bricomaniaco. Algunos os lo estaréis imaginando ya: un hombre de unos 35 años, manitas, fortachón, con barbita -pensar esto es inevitable- y que, más o menos, taladra siempre a la misma hora y respetando el sueño y descanso de los vecinos.
Pues no. En absoluto. Este hombre rondará los 70-80 años -soy malísima para acertar con la edad de la gente-, es un abuelito enclenque, canoso, estrecho, es... es como te imaginarías al Capitán América de viejito cuando era un tirillas. Algo así.

Pues este señor es el bricomaniaco de mi edificio. Además, por supuesto, tengo la suerte -aaajajajaja... matadme- de vivir justo debajo suya. Y, para que la cosa mejore, los suelos y techos de este edificio parecen estar hechos con papel de fumar -o eso o mi vecino de al lado murió hace unos meses, porque no se le escucha y tenemos el salón pared con pared-.

El señor bricomaniaco no es aficionado a la carpintería. Es adicto. Aunque, si soy sincera, creo que no es carpintería lo que hace, mi idea es que está haciendo un colador inmenso, gigante, enormérrimo. Si no, no lo entiendo. Este hombre, ahí donde se le ve como un ancianito indefenso, está armado. Armado con su taladro.
Su vida es taladrar. No sé qué taladra. No sé por qué. No sé quién limpia toda la suciedad que tiene que tener en esa casa de tanto taladrar. Pero él taladra. Taladra los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados y los domingos. Su rango horario para taladrar va desde las 7 de la mañana hasta las 23:30 de la noche, depende de cómo le dé el día.
Taladra en el dormitorio grande, taladra en el salón, taladra en el pasillo, taladra en otro dormitorio... Él taladra.
A veces no taladra. Hay veces, muy pocas, en las que suena un golpe seco en el suelo. Y nada más hasta el día siguiente. No sé si es que tira el taladro al suelo cuando se cansa o si, con el éxtasis que le tiene que producir su labor, se termina desmayando y ese sonido es su cabeza de viejo loco chocando contra el suelo. No lo sé.
En ocasiones también martillea, o se dedica a hacer ruidos en el suelo como si diera con un martillo de goma en él. Pero esas cosas no le producen tanto placer como el taladro.

Una de las cosas que más me intrigan de este hombre es qué está haciendo ahí arriba. Realmente siento una tremenda curiosidad por saberlo. He pensado en subir a preguntarle, pero me da miedo que me taladre a mí también.
Además, como dato, las pocas veces que le veo salir y entrar del edificio, es para ir a hacer la compra. Que pensaréis, hombre, normal, el hombre tendrá que comer. Pero, ¡no! Nunca le veo con bolsas de comida. ¿Sabéis que trae cuando viene de comprar? ¡¡TALADROS!! Jajajajajaja... no, hombre no. Trae agua. Siempre. Agua. Garrafas de estas de 5 litros de agua de la marca más barata -que es la que compro yo, 56 céntimos la garrafa, me parece-. Y ahí va él, cargado con sus dos o tres garrafas de agua, como un loco. ¡¡Venga agua pa'rriba!!

Pero, ¿qué come? ¿Qué taladra? ¿Por qué taladra? ¿Qué son esos golpes?
Esas son incógnitas que creo que nunca sabré. Se aceptan propuestas en los comentarios. Gracias.

P.D.: Por supuestísimo está taladrando mientras escribo esto, no os vayáis a creer que descansa el hombre...

Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.

martes, 18 de febrero de 2014

Cosas de argentinos: Vocabulario.

Después de tanto tiempo, la segunda parte de “Cosas de argentinos” ha llegado. Antes que nada, quiero disculparme si hay palabras que también se dicen aquí, pero yo, desde luego, jamás las había escuchado. Voy a dividirlo en dos partes: insulto y comida. Me dejo cosas fuera (como la canción de cumpleaños y más palabras) pero quizá lo desarrolle en una tercera entrega. Allá vamos.

Insultos.
No es nada nuevo que en América del Sur los insultos no se parecen casi en nada a los que tenemos aquí. Y es cierto. Es más, podrían insultarnos y ni siquiera nos daríamos cuenta. Hay muchos que ya conocemos de sobra, pero os traigo un surtido variadito de insultos que he ido aprendiendo en estos meses:
-Boludo. Ya lo conocemos todos. Cualquier persona que alguna vez ha imitado el acento argentino ha sido con un “¡che, boludo!”. No sé por qué, este insulto me hace realmente mucha gracia cuando es mi suegra la que se lo dice a mi pareja, vete tú a saber.
-Trolo, trolazo, puto y putazo. Todos vienen a significar más o menos lo mismo: marica. Me hace especial gracia la de “trolazo”, porque aquí, un trolazo, es una mentira muy gorda, o también podría ser estos troll que nos encontramos en los juegos online, pero en plan máster supremo, ya.
-Poronga. Esta es buena. Es MUY buena. No sé muy bien en qué sentido se usa, así que si algún argentino avispado quiere iluminarme con su sabiduría, que me lo escriba. Según mi chico es, palabras textuales, “la picha del caballo”. Yo, la verdad, es que me descojono cuando lo escucho, es inevitable. Y no puedo entender el contexto en el que cabe esto. *Edito: he buscado como una buena bloggera por internet, y se refieren a la polla, en general -lo iba a decir finamente, pero para qué andarnos con rodeos-.
-Culeao. Básicamente, nuestro equivalente sería un “que te den por culo”, o algo similar.
-Sorete. Esta creo que es mi palabra favorita, en serio. Significa truño, pero es que me parece hasta adorable llamarle sorete. Esta es de esas que creo que también se utiliza por aquí, pero no estoy muy segura. En mi entorno, por lo menos, nunca la he escuchado.
-Conchudo, pelotudo. Sería como un “gilipollas” de aquí, basicamente.
-De prepo. Es nuestro “por cojones”.
-Salame. Es la más flojita de todas, pero si nos la dicen no nos enteraríamos de nada. Significa tonto, lento.

Comida.

Hay muchos platos a los que llaman de otra forma, o que aquí no los hacemos, pero quiero empezar con una cosa que me hizo quedarme en plan “¿qué?”.
Un día, la madre de mi chico nos había traído puchero y, al ir a comérnoslo, todo fue un poco raro. Más o menos se hacen igual, pero claro, hay una diferencia. Yo calenté el puchero y, cuando llegó mi chico, me dijo “¿vamos a comer sopa?” y le contesté “no, estoy calentando el puchero de tu madre”. Y siguió mirándome extrañado. ¿La diferencia? Para él, el “puchero” no es el caldo con todas sus cositas, no... Si no las patatas cocidas con la carne y la verdura, que se machacan en plan puré y ala, a comer -o que él las machaca en plan puré-.

El caldo del puchero va a parte y no es puchero, es sopa. Claro, yo me dediqué a mirarle con cara rara durante toda la comida, cada cual con su plato de “puchero” a su estilo. Aún no sé si realmente es que él es más rarito que nadie o si en argentina es realmente así, pero para mí sigue siendo raro. Ah, y, por supuesto, la sopa para mí es la típica sopa que puede ser lo del puchero, pero que te la tomas por la noche en invierno para entrar en calor y lleva fideos o letras en nuestra querida sopa de letras.

Con eso salto a otra cosa, los fideos. ¿Qué les pasa a los argentinos con la pasta? La verdad es que no tengo ni idea, pero también es algo que me deja con cara de tonta.
La situación era la normal, una conversación sobre qué íbamos a hacer de comer. Él me dijo “¿hacemos fideos?” y yo me quedé con cara de estúpida diciéndole “pero si no hay sopa. Podemos hacer macarrones”. Y me contestó plácidamente con un “pues eso, fideos”.
“¿¡¿¡CÓMO QUE FIDEOS!?!? ¡¡LOS MACARRONES NO SON FIDEOS!! ¡¡LOS FIDEOS SON FIDEOS!!”.
No lo entendía, y creo que ya me da la razón pero un poco como a las locas. Para ellos, cualquier tipo de pasta -no rellena- son fideos. Los macarrones, los spaguettis, los tallarines, las babetas, los fideos... ¡¡Todo son fideos!! Eso no, eso si que no lo permito. Lo siento, pero no es lo mismo hacer spaguettis, que macarrones, que fideos de verdad.

Otra palabra de comida que fue la primera que escuché de él fue “panqueque”. Nunca la había escuchado y creía que se refería a los pancakes americanos, solo que pronunciado de aquella manera. ¡Pero no! Los panqueques son un dulce argentino bastante sencillo, que consiste en crêpes rellenas de dulce de leche. ¡¡Dulce de leche!! Cosa que tampoco había oído nunca -lo siento, no me gusta el dulce-. Es una especie de crema pastosa muy, muy, muy dulce, que se hace con leche -tampoco hay que ser un lince para averiguarlo-.

Otra de las palabras que me dejó con cara de idiota terrible fue otro dulce, las facturas. Claro, imaginaos: Yo llego a casa de mis suegros, donde están ellos, su hija y los padres de mi suegro. Creo que incluso había más gente, no me acuerdo. El caso, que recién los conozco, nos dicen “hemos traído facturas, en la cocina están”. Y yo con cara de “¿eing? ¿Facturas?”. Me quedé pensando que a lo mejor tenían un negocio que mi chico revisaba, o yo que sé. Y como son tan educados conmigo, pues me habrían metido en el ajo para que no me sintiera desplazada. Fuimos a la cocina y lo entendí. ¡¡Facturas!! ¡¡Más dulces!! Son una especie de bollitos rellenos de crema o dulce de leche -si por los argentinos fuera, le pondrían dulce de leche hasta a los macarrones. O a los fideos-.

La última cosa que voy a meter en este apartado es el choclo. Este lo descubrí por mí misma, y fue de los primeros. Todo fue porque, investigando sobre el mejor sustrato para los jerbos -unos roedores muy simpáticos que tengo- en una página ponían que lo mejor era el que estaba hecho a base de choclo. Claro, me quedé un poco patidifusa. ¿Dónde puñetas encuentro yo eso? Pero internet es mágico y me descubrió que el choclo, es el maíz. Semanas más tarde, comiendo con el abuelo de mi chico en un restaurante, se pidió unos canelones de choclo y yo me sentí orgullosa de mí misma por entenderlo y no tener que preguntar.


Y hasta aquí la lección de hoy. Hay muchas más palabras, más comidas, más insultos y más de todo, pero ya me ha quedado bastante larga como para haceros leer más. Un saludo y, ¡usad los comentarios para ilustrarme con vuestra sabiduría!

Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.

viernes, 14 de febrero de 2014

Raza VS Mestizo

Cuando decides que tu vida la quieres compartir con un animalito.
Cuando decides que ese animalito será un perro.
Cuando te metes en el mundo animal y buscas, buscas, y buscas.
Cuando te das cuenta de que a la gente se le ha ido la cabeza.

Como muchos sabréis, llevo metida en el mundo de las adopciones desde los 16 años. Con 18 me metí de voluntaria en una protectora. Con 19 me fui. Entre medio y en adelante, he acogido a 6 perros, he participado en varios rescates, he adoptado a otro, y he acogido a un gato. Cada cual el tiempo que me ha sido posible.

Cuando te metes en este mundo, crees que todo va a ser maravilloso. Que todos están ahí por los animales y que las diferencias personales se dejan a un lado, pero no.

Hoy, como tema central, como base a mi entrada, y como crítica eterna, Raza VS Mestizo. Es uno de los grandes problemas del mundo “animalista”.

Has decidido que quieres un perro en tu vida. Te planteas comprar uno, lo normal, pero luego recuerdas aquellas fotos que viste en el Facebook de un perrito sin hogar, tantas y tantas protectoras pidiendo donativos, perros en perreras en malísimas condiciones. Decides adoptar.

Decides adoptar y se abre ante ti un mundo nuevo en el que, a veces, piensas que no deberías haber entrado.
Comienzas tu búsqueda. Una infinidad de perros de todos los tamaños, edad y colores. Unos se envían, otros no. Unos son de protectoras, otros de particulares. Unos están sanos, otros tienen alguna enfermedad. Unos son de raza, otros mestizos.

¿Mestizo o de raza? ¿Pequeño, mediano o grande? ¿Cachorro, adulto o viejo? ¿Blanco, marrón, negro, atigrado...?

Cuantísima variedad, y a todos les hace falta una casa.

Buceando encuentras un Beagle. ¡¡UN BEAGLE!! Pero qué bonito que es. Mira qué orejas. Mira que cara de bonachón. Míralo que guapo. Voy a preg-... Un segundo. Cientos de interacciones de personas dispuestas a adoptarle. Y muchos “animalistas” con su cantar: “claro, como es de raza...”, “como abundan la gente que quiere adoptar un animal, ¡¡se vaciarán las protectoras!!”, “buscan ahorrarse el dinero que les cuesta en las tiendas y sólo quieren uno de esta raza”.

Ups. Ahora me siento mal por haberme fijado en uno de raza. Voy a seguir mirando...

¡¡Qué precioso cachorrito blanco!! ¿Cuánto crecerá? ¿Sabéis el cruce de raza?
Y vuelven: “los cachorros siempre salen rápido...”, “claro, pero por el negro no pregunta nadie”.
Y, cuando no se sabe el cruce ni el futuro tamaño, y la gente pide uno pequeño “qué más da el tamaño del perro, eso no importa”.

Bueno... a mí si me importa. Mi casa es pequeña, no puedo meter un mastín.

Estas cosas, que son sólo un ejemplo, frenan muchas adopciones y a muchos posibles adoptantes que, ante la falta de educación de terceros, optan por irse a una tienda o, en el mejor de los casos, a un criadero responsable, y comprarse el animalito. Y pasar de soportar a los soplapollas que no hacen más que criticar.
Cada vez me da más asco pertenecer a ése sector que se preocupa por los animales abandonados, y cada vez hago menos, porque la gente frena mis ganas.

Porque querer un perro de raza no es un crimen. El crimen es abandonarlos.
Porque no hay que castigar al que pregunta, si no al que devuelve porque creció más de lo esperado.
Porque todos se merecen un hogar, y nosotros nos merecemos poder escoger.
Porque el libro de los gustos está en blanco, y no tienes que juzgar los del resto.
Porque, ante todo, no importa nada, si lo que estás salvando es una vida.

Porque a mí nunca me han aplaudido ni felicitado por salvar ni a uno de raza ni a un mestizo. Porque todos merecen ser salvados, sin distinciones.
Porque me repugna la gente de corazón negro que sólo está para criticar cuando alguien está haciendo algo bueno. Quitaos de la cabeza la nomenclatura de raza o mestizo. Son perros, y mientras sean adopciones responsables, lo que ponga en la cartilla está de menos.
Porque a los de raza también se les abandona, se les maltrata, se les usa y abusan de ellos. Y no se merecen menos.

Alegre, alegre, alegre.

La vida es solo un sueño.

miércoles, 22 de enero de 2014

Pérdidas de peso milagrosas.

Como hace demasiado que no actualizo y estoy hasta las narices de otras cosas, voy a ver si me desahogo un poco con el blog.

Hace tiempo que apunté esta entrada por varios motivos. El primero, porque en Facebook no dejan de bombardearme con páginas que tienen unos programas de putísima madre que todos los médicos “odian” -hay que ver cómo sois los médicos con odiar todo lo milagroso-. El segundo, porque esto me llevó a una página en la que una entrenadora Australiana demostraba su “antes y después” con dos fotos. Y tercero, porque en mi familia no se ha dejado de hablar durante todas las navidades de dietas, ejercicio y mierdas varias -y me callo el comentario, porque podría ser hiriente, y les quiero-.

Finalmente, tras comprarme una báscula, darme cuenta -una vez más- de mi auto-tortura con el peso, y varias cosas de Twitter juntas, he decidido ponerme a escribir.

Empezaré por lo que me hizo poner este título en “cosas que tienes que escribir en el blog”: aquellas fotos de la entrenadora.
Concretamente, me refiero a este enlace. A grandes rasgos, viene a decir que las dietas milagro, las pastillas adelgazantes y todas estas cosas, son una soberana estupidez. Y lo demuestra fácilmente con estas fotos, tomadas antes y después de su propio método:


Para quien no entienda inglés -o no quiera entrar al enlace-, las fotos tienen una diferencia de tiempo de 15 minutos. ¿Milagro? No. Una ropa más adecuada, cambias la postura, te peinas, sonríes, y ala, “dieta milagro” superada.

Como veis, todo un “engaño” para la vista, que hacen que pobres mujeres inseguras por su cuerpo se dediquen a seguir métodos que no las van a llevar a buen puerto.

Seguidamente, voy a tratar otro punto. Esos anuncios. Esas fotos del antes y el después. ¿Habéis visto la foto de esta chica? ¿Os parece gorda la de la izquierda? Si vuestra respuesta es “sí”, tenéis un problema.

Y, antes de seguir, hago un pequeño inciso:
Estar gorda no tiene nada de malo. Es un hecho y punto. Hay gente gorda, gente delgada, y gente “normal”. Depende de tu percepción dirás que alguien está gorda, delgada o normal.
No hay un punto, unos kilos, una talla, en la que todo el mundo coincida. Es evidente que una talla 36 es delgada, y que una 52 es gorda, pero no es un insulto ni una cosa, ni lo otro. Ni todas las de la 36 son anoréxicas ni todas las de la 52 tienen un problema de salud, aunque estas cosas es otro tema que creo que trataré en otra entrada dentro de poco.

Siguiendo con el texto, que tenéis un problema, os dije. Esta chica es entrenadora personal. Hace deporte, probablemente coma bien y, no sé en qué talla estará, pero dentro de su peso, seguro. Y no, no está gorda. Pero muchos de estos anuncios hacen que las chicas se vean enormes, inmensas, si no tienen la figura palillo que aparecen en la mayoría de los “después”. Y esto, queridos señores, no ocurre porque el mundo sea malo, porque nos auto-destruímos por la tendencia del Photoshop, o porque los diseñadores de moda están locos paseando a esqueletos por las pasarelas.
No, señores. Esto ocurre porque nosotros mismos, los que tenemos al lado, nos dedicamos a mirar el físico, y el físico, y el físico. Y llamamos gordas a las niñas desde pequeñitas. Y les damos cosas light de adolescentes. Y les dejamos pensar que sólo eres bella si eres delgadísima. Y nos reímos de ellas. Y hasta las chicas gordas se ríen de otras chicas gordas. Cuando, en realidad, ser gordo no tiene nada de malo. Es un estado, en el que estás si quieres, bajo tu decisión, y que puedes cambiar cuando te plazca, pero no por la opinión de otros, si no porque tú misma quieras hacerlo. Igual que te cambias el color del pelo o cualquier otra cosa, haces lo que quieras con tu cuerpo.

Por eso veo estúpido que la gente maldiga a los anuncios. Los malos siempre son la tele, las vallas publicitarias, anuncios de internet... Siempre las empresas, siempre quienes van a coger dinero. Cuando, realmente, esas empresas hacen lo que hacen porque la gran mayoría de mujeres se infectan unas a otras con el virus de “gorda = fea”.

Sé que esto no cambiará de un día para otro, es evidente. Que a las chicas les gusta estar delgadas y no quieren verse michelines porque los hemos hecho anti-estéticos. Pero os aseguro que, si algún día tengo una hija, no la educaré para que la palabra “gorda” le siente como un insulto, no contribuiré a eso. Espero que tenga la conciencia tranquila cuando coma, y que sepa que esos anuncios milagros son un engañabobos. Y que viva como quiera, y que marque lo que marque el peso, lo importante es que sea feliz, porque esos números no te dan la felicidad.

Y ya tengo una idea nueva para escribir. Hasta pronto.

Alegre, alegre, alegre.

La vida es solo un sueño.

sábado, 4 de enero de 2014

Ley del aborto.

Antes de nada, aviso que esta entrada es más caótica y desordenada que de costumbre, pero va tal y como sale.

Entro en Facebook, veo una publicación que han compartido, le doy una par de vueltas, miro más fotos del grupo del que procede, leo comentarios... El mundo se va a la mierda y gilipollas hay más que a pares.

No iba a hacer una publicación sobre esta “nueva ley,” al igual que tampoco la iba a hacer sobre la línea Violeta by Mango -que creo que terminaré haciendo-, pero esto ya me ha tocado la moral y voy a soltarlo todo.

No voy a analizar la ley, ni mucho menos. Para eso os dejo esta publicación de mi preciosa Buhonera que hizo un gran trabajo hace varias semanas.

Mi parte va a la polémica, aunque no se pueda dialogar porque, como bien me dijo mi madre, ninguna de las partes conseguirá convencer a la contraria. Pero ya que los “pro-vida” inundan mis redes sociales y escriben argumentos jodidamente estúpidos acerca del aborto, yo voy a exponer los míos.

Primero, los términos. “Pro-vida” y “abortistas”. Estamos locos nada más empezar. Los “pro-vida” sostienen que un feto tiene el mismo derecho a la vida que una persona ya nacida, que la madre no puede decidir sobre la vida de lo que lleva dentro porque “no es suyo” -palabras textuales que he leído en repetidas ocasiones-, que no existe casi ningún supuesto bajo el cual se deba abortar y que los “abortistas” somos unos nazis despiadados.
Para empezar, diré que todo el mundo está a favor de la vida. Si no, salgamos a la calle a matar a todo ser viviente y a nosotros mismos, total. Continuando, tengo que decir que ese feto, cigoto, huevo, alien, llamadlo como queráis, es de la madre, es suyo. Os guste, no os guste, os de salmonela o lo que os salga de las narices. Si no es suyo, ¿de quién es? ¿Del Estado? ¿De la madre naturaleza? ¿De Pipi Calzaslargas? Ella es quien lo lleva dentro y ella es quien elige por él, y eso es indiscutible, aunque os empeñéis en discutirlo. Y, por supuestísimo, existen multitud de supuestos bajo los que se puede abortar, y en los que ese feto ni siente ni padece, así que dejad de decir que es un asesinato y que las mujeres que abortan son unos monstruos.

He de decir, que no estoy de acuerdo con el aborto en ciertos casos, eso está claro. Hay un límite en los meses de gestación, ya que esto no es un capricho para que en el octavo mes vayas a abortar. No es eso. Ni tampoco es un método para quienes no quieran usar métodos anticonceptivos de ningún tipo, sería una barbarie.

Ajá, métodos anticonceptivos, otra cosa de la que hablan los “pro-vida” y creen que han descubierto el mundo. Señores, ¡¡QUE LA QUE ABORTA NO ES POR CAPRICHO, QUE NO VA UNA A ABORTAR COMO LA QUE VA A COMPRARSE UN PAQUETE DE PIPAS!!
He tenido que leer a estos súper defensores de la vida que por qué la que aborta “felizmente” no ha puesto antes métodos anticonceptivos de por medio. ¿En serio creéis que con el uso de métodos anticonceptivos no se queda embarazada ninguna mujer? ¿Que son 100% efectivos? Venga ya, hombre. No te digo que fallen siempre, son un pequeño porcentaje, pero esas cosas ocurren y puede ser que no quieras/puedas tener un hijo. Pero claro, para vosotros es más fácil plantearse el hecho de aguantar ahora los nueve meses de embarazo, el parto y dar a tu hijo en adopción. Ya, dime ahora que el 100% de los niños que se entregan para adopción son adoptados a los pocos días, ¿vale? Vale.

Una de las mayores estupideces que he tenido que leer, ha sido la que me ha hecho abrir otra hoja de word y ponerme a escribir aceleradamente sobre el tema: “los abortistas no pararán hasta que el aborto sea obligatorio, ya lo verás”. ¿En serio? ¿EN SERIO? Pero, ¿qué tipo de mente agilipollada, estúpida y mutilada ha podido escribir algo así? Los “abortistas” no hablan de que es bueno abortar, de que es lo que se tiene que hacer, no es esa óptica. Se habla del derecho de elección de la mujer, de que, si me quitas el derecho a abortar a un niño enfermo que va a ser dependiente de mí toda su vida, encima no me quites las ayudas para poder mantenerlo, de que un niño no querido no va a tener el amor de una familia, de que un niño de una violación va a suponer una herida psicológica aún mayor a la mujer, de que la conciencia de la iglesia no puede meterse en mi vida personal... No se habla de imponer el aborto en ningún caso. Si tú no quieres abortar, estés en la situación que estés, nadie te va a obligar. Nadie te va a poner una pistola en la cabeza si no quieres abortar al feto de una violación, o a un feto que sabes que va a morir a las pocas semanas de nacer, ni nada por el estilo. Si tú quieres tener a tu hijo, lo tendrás. Pero deja al resto decidir si en su vida un futuro niño tiene cabida o no.

Otra de las cosas que he leído, y que me parece aberrante, es un comentario acerca de las excarcelaciones de violadores, y que a las mujeres no les importa que hayan violadores sueltos, que les resulta indiferente y les preocupa más el derecho al aborto por una violación que el hecho de ser violadas. Creo que no voy a comentar nada sobre eso, simplemente diré que quienes escriben ese tipo de comentarios, están enfermos.

Y todo esto, viene a raíz de esta foto. 
La cual, de verdad, me ha hecho detenerme, pensar. “Por nacer”. ¿A qué se refieren con nacer? En un aborto, no nace nadie, no puede nacer porque no sobreviviría, es imposible. Ese mensaje te hace pensar en un niño de nueve meses, en un parto natural o una cesárea, en la que realmente nace un niño ya formado, que sobrevive con su madre, al cual arrancan de los brazos de su madre para matarlo descuartizándolo al estilo Saw, o algo así. O a lo mejor estoy loca. No sé, puede que sea demagogia barata, o a lo mejor yo soy la demagoga.

Alegre, alegre, alegre.

La vida es solo un sueño.

Navidad... y lo que nos queda.

Obviamente, estamos en Navidad. Cualquier persona lo sabe, aunque viniera del futuro lo sabría. Adornos en todas partes, arbolitos decorados, sonrisas, juguetes, las tiendas de electrónica a rebosar, lucecitas por doquier, cuñados que se abrazan, suegras y yernas igual... Es una enfermedad.

Días 24, 25 y 31 de Diciembre, y 1, 5 y 6 de Enero. La familia se reúne, los amigos de siempre, algunos viajan, todos se emborrachan, se cantan villancicos desafinados, se come hasta rebosar y, no sé, hay que ser feliz porque ES NAVIDAD. Y punto. Y no valen excusas. No vale “es que me ha bajado la regla”, “es que me duele la muela”, “es que he suspendido cuatro”, “es que me agobian las aglomeraciones”, “es que soy ecologista y me pone de mala leche tanto gasto”, “es que mi novio/a me ha dejado”, “es que mi gato se ha muerto”... no. No vale. Es Navidad y tienes que ser feliz porque así se ha dicho y así será. Siempre. Sin excepciones.

Ahora mismo, quienes adoren la Navidad, estarán pensando que soy el Grinch, como siempre. Pero no. A mí la Navidad, en cierta parte, me gusta. Como jamón y gambas -que durante el resto del año no suelo hacerlo-, recibo regalos -que suelen ser jodidamente buenos-, las caras de los niños en la cabalgata de Reyes me enamoran, la gente suele estar más tratable y, por supuesto, tengo unas pequeñas vacaciones en la época del año que más me gusta. Pero no todo pueden ser cosas buenas. No me gustan los polvorones, no me gusta la “alegría fingida”, no me gustan las aglomeraciones para comprar en cualquier sitio, no me gusta la importancia que se le da a Fin de Año y, este año, me duele la muela.

A grandes rasgos, la Navidad no me gusta, y esto hace que me encuentre con esos personajes que parecen duendecillos mágicos para los que todo es alegría y festividad en estos días, y para los que yo soy un ser malvado y despiadado que sólo quiere arruinarles las fechas. No, señores. Soy una persona con personalidad propia y que expresa libremente sus ideas. No estoy ahí, en cada publicación de Facebook, en cada Tweet de Twitter, esperando agazapada para saltar y deciros que estáis equivocados porque os gusten estas fechas. No. De hecho, no estáis equivocados, vuestros motivos tendréis. Hay personas a las que unas lucecitas les dan alegría, las que en estas fechas tienen la cara iluminada porque les encanta, que se les llena la boca de buenas intenciones y propósitos de año nuevo... pero si después, en Febrero, ya se os ha olvidado todo, habéis vuelto a fumar, a maldecir a los de al lado, a pasar del gimnasio, y seguís siendo las mismas personas que antes de Navidad, ya lo dejáis para las siguientes, que otro año será.

Voy a hacer especial hincapié en Fin de Año. He leído muchísimas cosas del tema este año y me quedo con una para rebatirlo: “Las fechas son especiales, y fin de año lo es”. ¿Para quién es especial? ¿Por qué obligáis a todos a sentir una fecha como especial? ¿Mi cumpleaños es especial para vosotros? ¿El día que conocí a mi pareja es especial para vosotros? ¿Los días que adopté a mis perros son especiales para vosotros? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué Fin de Año tiene que ser especial?

Para mí, Fin de Año es un día más, al que le tengo bastante tirria y en el que todos los tontos pican. Los tíos se ponen el traje de chaqueta de todas las bodas, bautizos y comuniones. Las tías se llevan mucho tiempo buscando el vestido “perfecto” -que a algunas les daba yo un espejo porque creo que no se miraron bien-. Salen todos a emborracharse, pagando un dineral por alcohol de garrafón, haciendo lo que hacen todos los fines de semana, pero vestidos de boda. Después, medio arrastrándose, van a comprar churros, unos comen, otros vomitan, se van a casa y duermen la mona. Y ya dejan de pensar en propósitos y empiezan a pensar qué hicieron anoche, porque no se acuerdan de nada. Que cada cual se divierta como quiera, pero yo, me quedo en casa.

P.D.1: Nos conocemos, y sé que alguien me vendrá a decir que sale y no se arregla más de la cuenta o no se emborracha o lo que pamplinas sea. Que sí, que lo sé, pero aquí hablo de la mayoría, y sabéis que es así. No os sentencio por salir en fin de año, me caéis igual de bien.


P.D.2: Que conste que mi suegra y mis cuñadas me caen de lujo, así que si las abrazo y todo esto en Navidad, es porque también lo hago el resto del año, que las quiero con locura a las tres ♥.

Alegre, alegre, alegre.
La vida es solo un sueño.