lunes, 17 de agosto de 2015

Personas de Leyenda.

Esta entrada parecerá una tontería, una ñoñada, una liberación de la niña pequeña y llorica que llevo dentro, pero quiero escribirla y quiero que alguien la entienda, aunque sea un rato.

Hoy voy a hablar de League of Legends aunque, más bien, de lo que League of Legends me ha dado. Personas.
Empecé a jugar hace ya ni me acuerdo y, con el paso del tiempo, he tenido rachas de jugar noches enteras y otras, como ahora, que hace meses que no entro más que para actualizarlo.
El problema es el motivo de esto.
Yo antes dejaba de jugar un tiempo porque simplemente me aburría de la gente tóxica que me encontraba en las partidas, y pasaba de seguir aguantando niñatadas cuando lo que busco es divertirme.
Pero esta vez, esta vez no ha sido igual.
Llevo sin jugar al LoL desde el 30 de Junio. Siempre intentaba jugar en premade de 5, cosa que el streaming me facilitaba mucho, ya que entraban los que me veían. Y he pasado momentos buenísimos con personas a las que no conocía ni conozco ahora. Riéndonos y haciendo del League of Legends lo que es, un juego para pasártelo bien con tu equipo, ganes o pierdas (que, por cierto, perdíamos casi siempre xD).
A parte de esas partidas, gracias al LoL, por X o por Y, he terminado conociendo a algunas personas que se mueven por el mundillo. Mundillo que, he de decir después de este tiempo, no me gusta. No me vería involucrada jamás en él, aunque en ocasiones he querido pertenecer al mismo.
El LoL me ha dado personas increíbles. Algunos con los que hablar hasta las 5 de la mañana aún teniendo que madrugar al día siguiente, personas por las que esperar muerta de cansancio a que terminen su trabajo para charlar un rato, otros a los que apoyar personalmente y dar toda una charla como si fuera un coach a distancia antes de un partido, intentar apaciguar los ánimos por cabreos tras la derrota, o por despedidas injustas en las que lo único que necesita el de enfrente es desahogarse. Ser testigo de las diferencias entre personas que nadie nota cuando están frente a las cámaras.
Para mí, a veces, ha llegado a ser complicado intentar mantener el equilibrio entre algunas personas, incluso tener que apartarme para que nadie se sintiera incómodo.

Lo peor de todo es que los admiro y los quiero a todos, a pesar de todo. Cada uno a su manera, con su forma de ser y con el momento que estén ahora. Aunque ya soy consciente de que sólo me queda una persona en ese mundo a quien acudir como amigo, que los demás se fueron y que no se interesan por lo que me pase en la vida. Pero les entiendo. Llevan una vida totalmente opuesta y diferente a la mía, en la que mejor quedarnos en que yo sea una simple espectadora más, y punto.
Llevo el verano sin ver las partidas, sin ver cuando conectan el stream en sus casas, e incluso pensando en borrar números de teléfono que ya no me van a servir de nada, porque duele. Porque sí, me duele perder amistades que para mí eran importantes, aunque habláramos de gatos o de chalecos, no importaba. Me dolió desde que se fraccionó y yo no podía posicionarme en ninguna parte. Y me da un vuelco al corazón cada vez que veo fotos o vídeos o cualquier cosa de ellos, o cuando sé que están a pocos kilómetros de distancia y ni siquiera les importa, cuando hace poco tiempo estábamos como locos por volver a vernos con más tiempo. Porque es difícil dejar a un lado a quienes fueron importantes.

Yo no os voy a olvidar, aunque ya no tengamos cabida en la vida de los otros. Y, cuando deje de doler, os volveré a ver.

jueves, 7 de mayo de 2015

Sandokan ♥

Desde ayer hay un inquilino más al final del arcoiris, pero este no es como todos los demás.
Pocas veces me he sentido comprendida con tan solo una mirada.

Ya no volverás a recibirme con pequeños mordisquitos en la barbilla y en las orejas, ni volverás a perderme algún pendiente de esa forma.
Mi pierna no volverá a quedarse dormida porque tú hayas decidido que es un buen sitio para echarse a descansar aunque pesaras 30kg.
No volverás a suplicarme que te quite el estúpido bozal con el que tenía que pasearte porque hay una ley tan estúpida como para considerarte peligroso.
No volveré a decirte que has engordado, que te estás haciendo viejito, ni que eres un bruto por coger los palos más grandes que te encuentres.
Ya no volverás a babearme después de haber bebido agua porque no sabías beber como un perro normal.
No volveré a pedirte que no te vayas nunca porque ya lo has hecho, sin avisar.

Desde ayer soy incapaz de pasar más de un pequeño, minúsculo e insignificante momento sin pensar en ti y llorarte.
Cada vez que cierro los ojos para descansar de esto mi cerebro se va a todos los momentos contigo.

Recuerdo que, dos meses antes de sacarte del refugio, un sábado de tormenta, te juré y te perjuré que lucharía por sacarte de allí, mientras temblabas sentado frente a mí en tu jaula buscando un poco de calor y cariño humano. Estabas tan asustado que cuando me levanté para irme no hacías más que darme con tu hocico en mi mano, como infinitas veces has hecho después, reclamando mi atención para que volviera a darte un abrazo.

Peleé meses por ti, hasta que me tuvieron que operar y mi subconsciente (y mi madre) hicieron el resto para que, tras la anestesia, y aún dormida, le preguntara a mi padre cuándo ibas a estar conmigo. Él me dijo que cuando me pusiera bien, y un mes más tarde te llevé a casa.

También recuerdo el día que te saqué del refugio. Como siempre, un sábado, llegué allí y me estabas esperando. Se había convertido en tradición que mientras yo limpiaba y cuidaba a los demás perros, tú me miraras desde tu zona. Incluso me defendiste de un buen mordisco que me dieron en el pie. Todos decían que me habías elegido, y era verdad. Yo no fui al refugio a rescatarte, saliste del refugio para rescatarme a mí.
Aquel día ya estaba todo preparado, y todos me contaban historias de ti. Nadie recordaba cómo llegaste exactamente al refugio, ni tu edad (por entonces la cartilla decía que tenías 4 años, pero la gran mayoría argumentaba que por lo menos eran dos más). Estuviste dos años encerrado sin poder salir de tu jaula por la estigmatización de una de tus razas, y los pocos que se habían fijado en ti alguna vez te rechazaban al saber que eras un cruce de pitbull. Y por eso llegaste a mí.
Te bañaron mientras yo firmaba los papeles y ni siquiera aceptaron mi donación. Aún recuerdo las palabras de Concha "gástalo en una buena cama, juguetes y chuches para el gordo, se lo merece". Eras uno de esos perros especiales que nadie creía que fueran a salir adoptados a pesar de su buen corazón.
Te monté en el coche y te portaste bien la primera mitad del camino, la otra mitad te dedicaste a intentar sentarte delante conmigo mientras me chuperreteabas el brazo loco de contento.
Yo iba muerta de nervios. Te iba a llevar a un sitio lleno de gente, niños y otros perros. Un lugar que no habías visto nunca, y pasarías de la relativa tranquilidad de la protectora, donde cada cual iba a su rollo, a ser el centro de atención de una muchedumbre ruidosa.
Te puse el bozal para evitar cualquier susto y advertí a todos de que te dejaran espacio. Todos los comentarios iban a lo guapo que eras y la cantidad de cicatrices que tenías (la más reciente en tu oreja derecha, que yo misma te había curado semanas atrás tras enzarzarte con uno de tus archienemigos perrunos). Poco a poco te quité el bozal, y vi como agachabas la cabeza ante el resto de perros. Te quité la correa y no te apartaste de mi lado hasta que te lo indiqué, y te pusiste a correr y a experimentar la vida fuera del refugio. Al poco probaste por primera vez lo que era una cama de persona, y un sofá, y pude ver la sonrisa más grande que le he visto a un animal.

También recuerdo la primera vez que te llevé a la playa y te vi correr, libre. Todos los perros deberían poder experimentar ese momento. Fue impresionante ver cómo te alejabas recorriendo la playa y cómo volvías después para tirarme a la arena (porque eras un bruto).

Nunca había visto un animal con tu mirada. Y ayer, al mirarte por última vez a los ojos, comprendí que ya no estabas ahí, que ese recipiente que era tu cuerpo estaba vacío, que ya te habías ido.
Eras un perro que dejaba enamorado a todo aquel que te conocía. Lástima que ya no podrás demostrarle a más humanos lo especial que eras.

He tenido muchos perros, pero siempre he dicho que tú eras el mejor, el más especial, y no creo que vuelva a encontrar un animal como tú.

Mi mestizo de pitbull y labrador, con tus cicatrices, tus ojos, tus besos, tus abrazos, tus uñas blancas de cachorro eterno, tu sonrisa. Tu huella quedará grabada por siempre en mi espalda gracias al tatuaje que me hice hace cuatro años, los mismos que pude disfrutar contigo. Y tu espíritu y recuerdo quedará siempre conmigo, hasta que nos volvamos a encontrar.

Te quiero mucho, mi pequeño.



domingo, 19 de abril de 2015

Lo inesperado de mi fin de semana.

Para nada me esperaba todo esto. Para nada sentarme a escribir a las 2 y media de la mañana porque no puedo dejar de pensar y, o escribo, o reviento. Porque ni La chica de Los Planetas es capaz de sacarme de este trance en el que acabo de meterme hace unas horas al ver que todo esto se ha acabado. Y se acabó. Y no puedo con el peso que eso me supone.

Venía a este fin de semana con muchas ganas, mentalizada para el espectáculo y pasármelo genial. Y ha sido así, pero más. Muchísimo más. Más intenso. Y lo sé porque he hecho muy pocas fotos y, cuando me pasa eso, es porque se me ha ido la cabeza a cosas mucho más importantes.

He visto a todas las personas que esperaba ver, aunque con algunos ni siquiera he podido cruzar palabra y, con los que sí, ha sido tan poco tiempo que me duele muchísimo. Porque Berlín y Barna están jodidamente lejos, y necesito más tiempo con vosotros, porque sois impresionantes.

La experiencia del evento ha sido increíble, he llegado a temblar sin poder controlar la emoción. Jamás me había pasado algo así. Jamás me habían temblado tantísimo las piernas, los brazos, los labios. Jamás. Nunca había experimentado tanta adrenalina corriendo por mis venas, ni un sentimiento de vacío tan grande al coger el metro y despedirme de la experiencia para siempre. Tanto, que he llegado a llorar mientras caminaba por Madrid, sabiendo que jamás voy a volver a vivir algo tan intenso.

Cuando empecé a jugar a League of Legends nunca imaginé que me iba a pasar todo esto gracias al juego. Nunca pensé que llegaría a conocer a quienes conozco ahora, a regalarle Kinder Buenos al chico happy, a que el melenas me reconozca sin haber hablado nunca, a que el chico serio me regale una sonrisa y me diga lo caro que le ha costado hablar conmigo, a que el inglés de mentira me diga que me odia por no haberle interrumpido en el Foster's... y a muchas cosas más.

Además me ha dado para conocer a tres personas increíbles y volver a pasar buenos ratos con el cuarto, haciéndome reír hasta que se me saltaran las lágrimas. Espero de verdad que nos veamos en Cádiz porque me muero de ganas de veros otra vez.

Volvería a repetir esta experiencia un millón de veces más, y me pesa saber que no va a repetirse nunca. Espero de verdad poder volver a veros a todos, coincidir alguna vez o viajar para veros con la excusa de visitar la ciudad. No tenéis ni idea de lo que significáis para mí. Ni idea. Muchísimas gracias por formar parte de mi vida desde hace unos meses o unos días, siempre guardaré un rincón especial para los que habéis formado parte de esto. Os quiero muchísimo. Gracias.

martes, 7 de abril de 2015

Mujeres reales.

Altas, bajas, gordas, flacas, de pechos grandes, de pechos pequeños, cadera ancha, cadera estrecha, con más o menos pelo, con granos o sin ellos,con o sin celulitis, con estrías o sin ellas, rubias, morenas, pelirrojas, peliazules, pelirosas... TODAS son mujeres REALES.

Yo soy una chica bajita, con algo de chicha, pechos pequeños, caderas anchas, pelillos por aquí y por allá, un grano esporádico una vez al mes, con celulitis, algunas estrías, morena... y soy igual de real que una modelo de Victoria's Secret o una chica con obesidad mórbida. Igual. Y, ¿sabéis por qué? Porque las mujeres somos todas diferentes. ¡¡Anda!! Os acabo de descubrir el mundo.

Estoy muy harta de esos post que inundan mi Facebook en el que las chicas más rellenas defienden e imponen con el calificativo de "mujer real" a ellas y sus curvas, y en las que las chicas delgadas protestan porque ellas también son reales y están hartas de que les digan que tienen que comer más. Y tienen toda la razón del mundo.

Dejad de meteos pullas las unas a las otras -porque lo más triste de todo es que son las propias mujeres las que se discriminan entre ellas-. Todas sois mujeres reales porque tenéis los cromosomas XX, porque nacisteis mujeres, porque tenéis un coño y un par de tetas y porque el médico, la matrona o quien fuera dijo "Felicidades, es una niña". Y ya está.

Odio esa guerra en la que quieren hacernos partícipes a todas para que "odiemos" a las que tienen un cuerpo diferente al nuestro y por querer desprestigiar a las mujeres que son más afines al canon de belleza de los anuncios actuales. ¿Os cuento otro secreto? ¡¡ME LA PELAN LOS CÁNONES DE BELLEZA!! Una mujer me puede parecer más o menos guapa y/o atractiva esté o no dentro de los cánones de belleza. Y así, aunque no os lo creáis, le pasa a todo el mundo. Aunque la gente suela tener un "tipo" predeterminado que les gusta, siempre puede aparecer una persona fuera de su tipo que le resulte atractiva. Y ya está. Y eso es lo bonito del mundo, ¡nuestras diferencias!

Dejad de fijaros en el aspecto de quien tenéis al lado para compararos. ¿Depende de otra persona cómo te sientas contigo misma? ¿En serio? ¡¡Quiérete!! Quiere a tu cuerpo con curvas o sin ellas, dale cariñitos a tus estrías/celulitis/granos/pelos lo que sea si los tienes y si no los tienes, a tu piel lisa también, dale cariñitos. No te avergüences de cómo eres ni intentes cambiarlo porque otros te vayan a juzgar, tienes que estar por encima de los comentarios de la gente.

Yo decidí pasar de todo, y llevo pantalones cortos en verano luciendo mi variz, mi celulitis, las cuatro cicatrices de mis rodillas y, a veces, aunque no os lo creáis, ¡pelillos en mis piernas cuando no me apetece depilarme!

Y, como mucho, lo que me preguntan es de qué son mis cicatrices. Nadie me ha preguntado por qué no hago más deporte para no tener celulitis, por qué no me he depilado, ni me señalan por la calle al grito de "¡¡DÓNDE VAS CON ESA VARIZ, NIÑA!!". No. No pasa absolutamente nada. Y si pasa, sonrío y digo que todo es mío. Y al que no le guste, que no me mire.

En serio, quiérete a ti misma, a tu cuerpo perfecto, y no critiques el cuerpo de otra persona por ser diferente al tuyo. Apoyemos la diversidad corporal, que así el mundo es mucho más divertido.


Alegre, alegre, alegre.
La vida es sólo un sueño.

La Felicidad o vivir en Positivo.

Desde siempre he sido una persona negativa y pesimista. Si pasaba algo malo, todo iría a peor y, si pasaba algo bueno, seguro que aparecería algo que lo jodería. Siempre así. Muchos años de mi vida con ese pensamiento.

Hace no demasiado, una gran amiga -de esas en peligro de extinción- empezó a enseñarme otra forma de ver la vida. Al principio sólo me lo comentaba y yo lo veía curioso -como veo casi todo lo nuevo que me descubren- hasta que, a finales del año pasado, llegué a la conclusión de que era algo que necesitaba para vivir. Necesitaba un cambio en mi vida, y algo en el pecho me gritaba que parte de esa respuesta la tenía ella. Empecé con la meditación, y luego con otras técnicas dentro de la meditación en las que no me voy a meter -aunque me encantan y avanzo más cada día-. Lo más importante, ante todo, era la actitud. "Acepta y celebra todo lo que te pase, sea bueno o malo", "los cambios siempre son para mejor" y "nada ocurre por casualidad" fueron las tres premisas que se me han quedado grabadas y que me repito incansablemente.
El principio fue complicado, muy complicado. Al empezar con mis buenas prácticas todo se vino abajo. Cogí una enfermedad, luego otra y otra, los médicos me daban vueltas en cada consulta sacando diagnósticos diferentes y recetándome mil medicamentos cada vez. Hacía muchísimo tiempo que no tenía tanto dolor, tanta desgana y tantas ganas de desaparecer de la faz de la tierra. Aún se me saltan las lágrimas cuando recuerdo todas esas semanas en las que lloraba incansable en el baño por el dolor que me producía todo aquello. Ella no hacía más que animarme, mientras otros desaparecían, recordarme que el cambio que estaba haciendo merecería la pena y que no me rindiera.

Y así fue. Empecé a sacarme del pozo a mí misma, a aceptar aquel insufrible dolor y, de repente, aquello empezó a desaparecer, los medicamentos empezaban a hacer efecto. Las heridas empezaron a secarse, se empezaron a cerrar, y terminaron desapareciendo. Todo estaba conectado.

Vivir en Positivo es difícil, y mucha gente no lo entiende. Soy feliz. Soy feliz pase lo que pase. Soy feliz por mí misma, me acepto, me quiero, celebro cómo soy, dónde estoy, con quién estoy y todos los recorridos por los que me lleve la vida. Todos, sin excepción.
Ser feliz no implica que todo te dé igual, que no sientas, que no sufras, que no llores. Para nada. Sólo hay que ver el mundo con otros ojos y saber sacarle la parte positiva a todo lo que te pase y, si no la encuentras, confiar en que en algún momento, eso que ha sido tan malo, servirá para algo positivo.

Pasar de ser una persona pesimista a ser feliz es algo muy complejo. A veces te asaltan dudas y tienes que ser capaz de disiparlas. Hay que analizar calmadamente los cambios que se producen día a día y saber mantener una actitud positiva. Quienes se cabrean y lamentan por todo lo que les pasa no van a conseguir el máximo en sus vidas, se van a quedar ahí, quejándose de la avispa que les ha picado en el pie en vez de mirar el inmenso lago entre colinas que tienen enfrente.

Desde pequeños hemos vivido escuchando que la felicidad es pasajera o incluso que no existe. No podrían estar más equivocados. La felicidad no es un estado de ánimo que viene y que va, es una forma de vivir la vida y, si lo entendiérais, empezaríais a ver cosas magníficas que ahora mismo no sois capaces de ver, que se os escapan.

Yo estoy dispuesta a seguir avanzando de esta forma, a seguir mejorando y descubrirme a mí misma sonriendo al despertar. Porque no hay una fuerza mayor que la de tus propios pensamientos. Porque todo lo bueno pesa muchísimo más que lo malo. Porque lo malo no es más que una lección positiva. Todo cuenta.


Alegre, alegre, alegre.
La vida es sólo un sueño.

domingo, 5 de abril de 2015

Cosas que no entiendo: Celos.

Que toda persona de tu mismo sexo sea enemigo.
Que "esa zorra" te agregue a Facebook o las bromas con "tu amiguito" sean motivo de disputa.
Que a saber qué va a hacer cuando sale de fiesta sin ti.
Y un sin fin de estupideces más.

Soy consciente de que no pienso igual que la inmensa mayoría de la sociedad. Soy consciente de que mi forma de ver el mundo puede resultar peculiar y/o inusual. Pero, en serio, ¿qué carajo os pasa?

Celosos y celosas del universo, que os escudáis en que los celos son una muestra de amor, en que vuestra pareja es vuestra y de nadie más, en que amar significa estar pegados como lapas las 24 horas del día, los 365 días del año y, en caso de no estar juntos, echaros de menos en cada momento.¿Qué os pasa? ¿A qué viene esa necesidad?
¿Os cuento un secreto? Sois unos inseguros. O eso creo. En mi cerebro los celos sólo tienen cabida en un escenario en el que el celoso tiene una autoestima baja, el celoso no confía en su pareja o el celoso es una persona infiel, por lo que piensa que la otra persona va a engañarle con otra porque, realmente, eso es lo que haría él o ella si se descuidan.
Siento descubriros esa terrible verdad.

Sé que si algún celoso llega a mi blog pensará que soy gilipollas, que no tengo razón y que no es que no se fíe de la persona que tiene al lado, sino que no se fía del resto. ¡Já! Cuántas veces habré escuchado esa excusa en boca de una posible futura pareja (frase que le condena a buscar a una más tonta).

Se supone que cuando estás con una persona tiene que existir confianza mutua y que ambos podéis disponer del espacio que necesitéis para vosotros mismos sin tener que darle explicaciones al otro. O eso pienso yo. Tu pareja no puede convertirse en tus padres cuando tenías 14 años y te controlaban dónde estabas, con quién estabas y cómo ibas vestido. Tu pareja es un acompañante en tu vida, no un mandamás que dicta quién es válido y quién no para ser tu amigo.

En serio, los celos nunca son buenos. Jamás. Los celos llevan a ser controladores y os aseguro que una persona controladora es lo último que querréis en vuestras vidas. Huid de las personas que os vigilan vuestras conversaciones de Whatsapp, vuestra última conexión, a quién agregáis en Facebook o con quién interactuáis por Twitter. No es sano.

Una relación ha de basarse en la confianza y el respeto mutuo, en la libertad de poder expresaros sin miedo, en no tener que ocultarle al otro nada por miedo a un enfado, en poder disponer de vuestro espacio sin agobios. Eso es una relación. Se trata de caminar y crecer juntos, sin cortar las alas a la otra persona, de apoyaros, de ayudaros, de hacerle ver que estáis ahí en lo bueno y en lo malo. De ser felices juntos y por separado. De ser dos individuos diferenciados que se complementan porque quieren, sin obligarse.

Ojalá algún día el universo entienda que la felicidad la deben hallar primero en ellos mismos y, si no sabéis por qué, otro día os lo cuento. Sed felices.

miércoles, 18 de febrero de 2015

~

A veces tienes un destino, una meta, ahí delante, la ves clara. O quieres verla clara. Querer llegar a algo, tenerlo claro, o querer tenerlo claro, pero que mientras se te crucen mil cosas más por delante.
Estudios, trabajo, padres, madres, jefes, compañeros, parejas... Qué más da. Pero tú lo ves ahí, ves esa cosita brillante que te dice que está ahí, que hace que sientas un cosquilleo en el estómago, por amor, por amor a un futuro que quieres, por amor a ti mismo y a lo que más deseas.
Llegar a un punto en el que dices "o esto o nada". No importa lo que has estudiado, para lo que te has estado formando todos estos años. Sabías que ese no era el destino cuando empezaste, sabías que había algo por descubrir. Y lo descubriste, y con ello descubriste lo difícil que es aparecer ahí, ser alguien reconocido y mantenerte. En ese pequeño mundillo, minúsculo, pero que a ti te encanta, que ves con admiración y deseas entrar en él como sea, a cabezazos si hace falta.
Y cada vez conoces más, te adentras más, hay más técnicas, más colores, más estilos, más mezclas, más formas, más... más personas que ya están ahí. Y ves las que están sólo por diversión, y aquellos afortunados que convirtieron su diversión en su trabajo. Y eso es lo que quiero, quiero llegar hasta ahí.
Con poca ayuda, o ninguna, pero con mucho tiempo por delante, aunque estoy impaciente. Lo necesito, lo quiero, me llama, me atrae, me cautiva cada vez que descubro algo nuevo o que redescubro y entiendo mejor lo antiguo.

Por ahora, todo se basa en dinero. Dinero para herramientas, materiales, cursos... y tiempo para ponerlo todo en marcha. Y espacio. Y ganas, que no me faltan.
Mi límite es el final de este año. Para finales quiero tener proyectos hechos, que Laired avance hacia donde quiero y, con suerte, algún encargo, me conformo con uno pequeñito. Ya probé con las agendas y ¡sé que funciona! Que alguien te escriba después de un encargo que te cuesta tantísimo esfuerzo hacer y por el cual no ganas ni un mísero céntimo, es el mayor pago que me han podido dar. Sé que puedo hacer más cosas, tengo las ideas, apuntadas, las listas de deseos en todas las webs de materiales donde pretendo comprar... y prioridades. Enamorarte de tu trabajo es lo mejor que puede pasarte en esa faceta, aunque yo me he enamorado antes de que sea un trabajo. Pasito a pasito, ya nos veremos.

Alegre, alegre, alegre.
La vida es sólo un sueño.